Urquiza no ignoraba la resistencia que habría de encontrar la supresión de la fuente de ingresos fiscales que ofrecían las aduanas interiores.
El 25 de mayo de 1853, cuando comunicó a los gobernadores la nueva Constitución, les exhortaba así:
..."No pueden ocultarse a V. E. los inconvenientes que debe encontrar el establecimiento de un nuevo régimen constitucional, en pueblos que no tienen hábitos legales, que han sido tanto tiempo agitados por las pasiones que la guerra enciende, y por la exageración de los principios que se combatían ... Entramos en un nuevo orden de cosas, en que la autoridad, los intereses y los deberes deben necesariamente tomar una combinación nueva. Así no es extraño que una constitución general, cualquiera que ella fuere, choque en alguna parte con los intereses y los deseos, las opiniones establecidas y alimentadas en el tiempo de la desorganización. Si deseamos que nuestra patria sea una nación regularmente organizada es preciso que los pueblos y los ciudadanos se resuelvan a sacrificar en parte los sentimientos de la localidad, en cambio de los mayores bienes que deben alcanzar del establecimiento sólido y duradero de la ley fundamental ... La paz, la tolerancia de todos los partidos, y la religiosa observancia a los deberes públicos, son los principios que deben dar solidez a las instituciones que el Congreso ha sancionado y entregado al cuidado de los buenos argentinos".
Revela méritos auténticos la prudencia, el tacto, la firmeza con que Urquiza contempló al mismo tiempo los intereses provinciales lesionados en el marco del nuevo régimen federal y los intereses del país, haciendo que todo se subordinase libremente a ellos.