No obstante la simpatía con que fue visto en los países europeos y americanos el triunfo de Casero el gobierno de Urquiza tenia que afrontar una política carente de dinero , improvisando representantes y contrarrestando la diplomacia porteña,
No obstante la simpatía con que fue visto en los países europeos y americanos el triunfo de Caseros y el derrocamiento de la tiranía, no era tarea sencilla la del mantenimiento de las relaciones exteriores a causa de la disidencia de Buenos Aires, que contaba en su favor con recursos financieros más poderosos que la Confederación, con su puerto tradicional para el. comercio de importación y exportación, y con los intereses de la banca europea en el comercio de Buenos Aires. El gobierno federal tenia que afrontar todo eso, carente de recursos pecuniarios, improvisando representantes y contrarrestando la diplomacia porteña, favorecida por algunos países que habrían deseado la subdivisión de la Argentina en pequeñas repúblicas.
En esa labor tuvo Urquiza la colaboración plena de Juan Bautista Alberdi, representante de la Confederación ante las Cortes europeas, que difundió el derecho público que representaba el régimen de Paraná. Su intervención activa, su acción de publicista, su apasionada defensa de la Confederación, evitó que los países europeos reconocieran a los representantes de la provincia disidente, con lo que trabó la inclinación de algunos hoiribres de Buenos Aires a declarar un Estado independiente.
Ya en su partida desde Valparaíso para Europa, en abril de 1855, llegó a los Estados Unidos y se entrevistó en Washington con Caleb Cushing, attorney general, con el presidente Pierce y con el ministro de relaciones exteriores, Marcy; expuso allí el levantamiento de la provincia de Buenos Aires contra la nación y recibió la promesa de que sólo se nombraría un ministro en Paraná, que se exigiría a Buenos Aires el cumplimiento del tratado de navegación de 1853, y que su independencia únicamente sería reconocida si los hechos posteriores mostraban que esa separación era real y definitiva.
Uno de los triunfos del gobierno de Paraná fue el mantenimiento de la integridad nacional, y Alberdi en Europa fue uno de los paladines más eficaces para lograrla.
El 10 de enero los norteamericanos James B.Bowlin, representante del presidente Buchanan que venía a bordo de la escuadra destinada a Paraguay, y Benjamin C. Yancey, el nuevo ministro ante la Confederación, se reunieron en Paraná con Urquiza, del Carril y Juan Francisco Seguí, ministro interino de relaciones exteriores. La mediación ofrecida por Urquiza no fue aceptada pero sí sus buenos oficios. Urquiza propuso entonces adelantarse al comisionado de Estados Unidos y preparar el clima para un arreglo amistoso. De esta manera, Urquiza, acompañado de numerosa comitiva, partió el 12 de enero hacia Asunción. Luego de que Bowlin se hiciera presente también en la capital paraguaya, y al cabo de algunas negociaciones, el problema entre Paraguay y los Estados Unidos quedó solucionado y arreglado en un convenio. Urquiza esperaba entonces que el agradecimiento de López se materializara en ayuda para la lucha contra Buenos Aires. El ministro Tomás Guido, que había integrado la comitiva de Urquiza, recibió credenciales de ministro plenipotenciario y permaneció en Asunción. Esta decisión fue consecuencia de la expectativa creada por las conversaciones sobre la cuestión de límites sostenidas por Urquiza y López. Sin embargo, el 21 de febrero Guido se despidió del presidente López sin haber conseguido ningún arreglo en el tema de los límites ni en la concreción de la ayuda paraguaya a la Confederación. López pretendía vincular las dos cuestiones, poniendo como precio de la asistencia naval a la Confederación un tratado de límites favorable al Paraguay, lo que Urquiza no estaba decidido a aceptar.
También desarrolló la Confederación una acción diplomática en Brasil, Paraguay y Uruguay para contar con la buena voluntad de esos gobiernos en el caso de un conflicto con la provincia disidente.
Si en Paraguay y Uruguay la misión fue relativamente fácil, dados los vínculos y las amistades con que contaba en ellos Urquiza, en Río de Janeiro la tarea tropezó con escollos, pues el Brasil habría deseado la división de la Argentina en dos o más naciones de menor gravitación, con lo cual quedaría asegurada la hegemonía carioca en América del Sur. Por eso fracasó la misión de Luis José de la Peña en marzo de 1855 para lograr una alianza con el Brasil, que prefirió mantenerse neutral, lo mismo que Francia e Inglaterra, en el conflicto entre Buenos Aires y Paraná.
El reconocimiento de la independencia argentina por el gobierno español tuvo una larga tramitación y culminó en 1863, más de medio siglo después de la revolución de Mayo y 47 años después de la declaración del Congreso de Tucumán
El 21 de septiembre de 1863 se firmó en Madrid otro más, por Mariano Balcarce, plenipotenciario argentino, y Manuel Pando, en representación del gobierno español. La cuestión de la nacionalidad quedó establecida en estos términos:
"Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los dos pueblos, convienen ambas partes contratantes en que, para determinar la nacionalidad de españoles y argentinos, se observen respectivamente en cada país las disposiciones consignadas en la Constitución y las leyes del mismo"...
El canje de las ratificaciones de este tratado, el definitivo, se hizo en Madrid el 21 de junio de 1864.
En el período de gobierno constitucional de Urquiza se crearon y realizaron legaciones, plenipotencias y consulados en Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Cerdeña, Portugal, Chile, Prusia, Brasil, Bélgica, Paraguay, Uruguay, Nápoles, Dos Sicilias y la Santa Sede.
Se firmaron con los gobiernos de esos países tratados de paz, comercio y amistad; convenciones sobre la libre navegación de los ríos interiores con Inglaterra, Estados Unidos, Prusia, Brasil, Paraguay y Uruguay; se firmó un tratado de extradición de criminales con el Brasil; se recibió un delegado pontificio; se reconoció la independencia del Paraguay y del Uruguay; hubo una mediación amistosa de Urquiza en el conflicto promovido en 1859 entre Estados Unidos y el Paraguay a propósito de la empresa Hopkins, que dio origen a una expedición poderosa de la armada de los Estados Unidos y a una guerra posible entre ambas naciones.
Urquiza se trasladó a Asunción para dar solución al conflicto con el presidente Carlos Antonio López. El presidente norteamericano James Buchanan envió a Urquiza un mensaje de agradecimiento por su gestión.
Juan María Gutiérrez renunció al ministerio de relaciones exteriores y se radicó en Buenos Aires como agente comercial de la Confederación; el motivo de la renuncia y del alejamiento, que disgustó a Alberdi, habrían sido ciertas intrigas del ministro del interior Derqui y la revolución de Juan Pablo López, con el apoyo de Urquiza, contra el gobernador de Santa Fe, José María Cullen, su cuñado. En reemplazo de Gutiérrez fue nombrado para la cartera vacante Bernabé López, abogado salteño.