El 3 de junio el gobernador delegado de Buenos Aires comisionó a José María Roxas y Patrón para que celebrase un tratado de alianza ofensiva y defensiva con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, aunque de hecho esa alianza existía ya desde comienzos del año; las tres provincias designaron para representarlas a Domingo Cullen, la primera; a Diego Miranda, la segunda, y a Pedro Ferré, la tercera.
Los diputados se reunieron en Santa Fe del 20 al 30 de julio y el diputado de Buenos Aires se opuso a que la representación de las provincias permaneciese hasta que se organizase la nación, a que esa representación hiciese lo posible para conseguir la organización nacional del país y a que arreglase el comercio extranjero y la navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Se debatieron muchos asuntos de carácter económico; Ferré quería que se prohibiese la importación de algunos artículos que se producían en las provincias y que se habilitasen otros puertos además del de Buenos Aires para importar y exportar. Buenos Aires se opuso a sus miras y sostuvo la libertad de comercio, pues en su monopolio de la exportación de la riqueza ganadera no temía ninguna competencia.
En vista de la resistencia a tratar la libre navegación de los ríos, propuesta por Ferré, Domingo Cullen, encargado de la redacción de los artículos discutidos con las modificaciones a que se había llegado, optó por suprimir todo lo concerniente al comercio y a la navegación, pero dio más relieve a la convocatoria del Congreso y a la elaboración de la Constitución.
La comisión que habían de formar las provincias representadas debía invitar a todas las provincias de la República a la convocatoria y reunión de un Congreso nacional que la organice y constituya y ante cuyo integérrimo juez deducirán los pueblos sus derechos.
Las posiciones extremas de esa conferencia señalan que Buenos Aires no quería más que la alianza de las provincias litorales, y Corrientes que se llegase al Congreso general y a la constitución y que se declarase la libre navegación de los ríos. Estanislao López deseaba la constitución del país, pero transigía con Rosas en la idea que había que esperar mejores condiciones.
Ante las deliberaciones de Santa Fe, Rosas se alarmó y escribió a López el 16 de agosto:
"Congreso, Congreso. ¡Hasta cuándo tendrán lugar entre nosotros esos delitos con que han logrado llenar nuestras cabezas ciertos hombres que no han pensado sino en esclavizarnos! Desengariémosnos, todo lo que no se haga pacíficamente por tratados amistosos en que rebose la buena fe, el deseo sincero de la unión y un conocimiento exacto de los intereses generales aplicado con prudencia a las circunstancias particulares, será siempre efímero, nulo para el bien, y sólo propio para multiplicar nuestros males."
De todos modos, aunque la presencia de Paz en Córdoba y su sometimiento de las provincias del interior no eran tranquilizadores para los gobernantes del litoral, éstos no se hallaban supeditados en su criterio y en sus aspiraciones a la hegemonía de Buenos Aires; López se resigna a postergar la discusión de los intereses nacionales, pero no renuncia al futuro congreso cuando mejoren las perspectivas.
José María Roxas y Patrón una vez derrocado y fusilado Dorrego, se alió a los federales de Juan Manuel de Rosas, y fue nombrado representante para firmar el Pacto Federal de 1831. Permaneció en la ciudad de Santa Fe, como parte de la Comisión Representativa de las provincias federales, que debía convocar un Congreso en esa ciudad al finalizar la guerra civil. Pero el mismo Roxas se opuso a la firma de una constitución, con la intención confesa de conservar los privilegios de la Aduana para la provincia de Buenos Aires. Cuando las demás provincias presionaron para la reunión del Congreso, Roxas agravó un conflicto entre el diputado por la provincia de Corrientes y el caudillo Facundo Quiroga, y finalmente se retiró de Santa Fe, abortando la organización constitucional.
El 4 de enero de 1831 se reunieron las cuatro provincias litorales nuevamente y dieron forma a la Liga del litoral, en oposición a la Liga del interior; al comienzo estuvo ausente la provincia de Corrientes, pero dio su adhesión más tarde a los acuerdos tomados. Se aprobó la concertación de una alianza defensiva y ofensiva contra toda agresión o preparación hostil de parte de cualquiera de las demás provincias que amenazasen la integridad e independencia de los respectivos territorios; en el caso que la aludida agresión se produjera, las provincias de la Liga debían auxiliar a la atacada con cuantos recursos y elementos estuviesen en su poder.
En Santa Fe funcionaría una Comisión representativa de los gobiernos contratantes, constituida por los diputados de los mismos y cuyas atribuciones se extenderían a celebrar tratados de paz, hacer declaraciones de guerra, ordenar la formación de un ejército y nombrar al comandante en jefe del mismo, determinar el contingente de tropas que entregaría cada una de las provincias y por último invitaría a las demás, una vez en libertad y tranquilidad, a reunirse en federación y constituir un congreso general para organizar el país de conformidad con el sistema federal.
Buenos Aires ratificó el tratado el 29 de enero, pero no sin una larga discusión que puso de manifiesto la escisión profunda entre los federales doctrinarios y la corriente encarnada por Rosas. Pedro Pablo Vidal, José Francisco Ugarteche, Pedro Feliciano de Cavia, Bartolomé Muñoz y Epitacio del Campo, los amigos de Dorrego, aconsejaron la aprobación del tratado de Santa Fe, previas algunas reformas, la más importante de las cuales se refería a la que negaba el asilo a cualquier criminal que se refugiase de una provincia en otra; la redacción que se proponía tenía este texto: "Prometen no dar asilo a ningún criminal que se acoja a una de ellas, huyendo de las otras dos por delitos que persiguen las leyes, como calificados".
La discusión parece haber previsto lo que habría de llegar en los años sucesivos, en que se pedía la extradición de los asilados en otras provincias por delitos políticos para ejecutarlos. El artículo aprobado en Santa Fe fue rechazado y tuvo que intervenir Rosas para persuadir uno tras otro a los disidentes e imponer al fin su aprobación. En su correspondencia con López injuria a los principales opositores, los federales doctrinarios Pedro Pablo Vidal y Ugarteche.