Con motivo de la sanción de la ley del voto universal secreto y obligatorio el 10 de febrero de 1912 el presidente Sáenz Peña hace un manifiesto a la nación.
En febrero de 1912, Sáenz Perla se dirigió al país en un manifiesto, recibido con fe y entusiasmo.
"He prometido —decía— un gobierno de libertad, de discusión y de examen. Lo estoy cumpliendo. No percibo, sin embargo, la actividad de los partidos que vuelva eficiente mi labor, empeñado como estoy en lucha con la rutina y con los intereses que se defienden. Tengo en cambio la seguridad de no haberme equivocado al emprender la política que desenvuelvo, pero habré de repetir una vez más que ella no es obra de mi inspiración, sino exigencia de los tiempos, que dan a cada gobierno su misión propia.
He dicho en otra ocasión que los gobiernos defensivos no pueden ser reformadores. Ello explica los retardos. En, el presente período, cuando ejerzo mi mandato sin convul-siones ni asechanzas, sería injusto atacar a mis predecesores o desconocer su patriotismo, porque les cupiere en suerte momentos de agitación que traen medidas de lucha, impuestas por la incipiencia de nuestra democracia. Todos han sido factores de nuestra grandeza y han acercado sus aportes intensivos al desarrollo nacional. Recojamos los beneficios de tantos esfuerzos y utilicemos en el servicio del bien las experiencias alcanzadas, sin apasionamientos ni reproches"...
Y terminaba con esta exhortación:
"He dicho a mi país todo mi pensamiento, mis convicciones y mis esperanzas. Quiera mi país escuchar la palabra y el consejo de su primer mandatario. Quiera votar".
La nueva ley electoral, aprobada el 10 de febrero de 1912, fue reglamentada y puesta en vigor para hacer su primer ensayo el 1º de abril en Santa Fe; se le llama ley Sáenz Peña.
En sus memorias tituladas Mi paso por la política, Nicolás Repetto juzgó así la ley Sáenz Peña:
"La reforma electoral llevada a efecto por el presidente Roque Sáenz Peña en el año 1912, señala una verdadera revolución en nuestro país. Su fuerza no residió solamente en que dicha reforma consagraba los registros electorales basados en el padrón militar, en el voto obligatorio y secreto y la lista incompleta, sino también por el inquebrantable empeño que pusieron el presidente y su ministro Indalecio Gómez en que la ley se cumpliera estrictamente y realizara todos los fines que las autoridades habían tenido en vista. Al darnos la ley electoral que lleva su nombre, el presidente Sáenz Peña puso en nuestras manos el instrumento necesario para que pudiéramos resolver las contiendas políticas como pueblo civilizado y culto, lo que hasta entonces sólo habíamos intentado por medio del fraude y de la violencia ... Después de Caseros y de la Constitución de 1853, la reforma electoral del presidente Roque Sáenz Peña representa la más grande revolución política llevada a cabo en nuestro país"...
En su mensaje al Congreso el 7 de junio de 1912 expresaba Sáenz Peña con satisfacción:
"La reforma electoral ha comenzado su período viviente; ayer era una utopía, después fue una ley de ensayo y hoy es un hecho cumplido por todos los argentinos, hecho tangible, pronunciamiento soberano que destaca nuestra sociedad política y la presenta libre y fuerte al estudio del sociólogo. Setecientos mil votantes han respondido al llamado del comicio".