José Alfredo Martínez de Hoz condujo la economía durante toda la presidencia de Videla. Sus medidas económicas, basadas en la apertura de los mercados y la liberalización de la legislación laboral vigente, contribuyeron al desmantelamiento de los sindicatos y la polarización de las diferencias clasistas.
Las bases previstas por el equipo económico para la reactivación de la economía del país significaban una reinserción de Argentina en la nueva división del trabajo de la economía capitalista internacional según las ventajas comparativas que ofrecía su sector primario, agropecuario y minero. Como contrapartida, significaba también no profundizar la industrialización como núcleo dinámico de la economía. Martínez de Hoz y su equipo consideraban las inversiones extranjeras como un elemento esencial "para reducir el costo social del proceso de capitalización del país y acelerar su tasa de crecimiento", y esperaban que lo capitales extranjeros se radicaran en el sector agropecuario y en el sector petrolero y minero.
El 2 de abril de 1976, Martínez de Hoz presentó su «Programa de recuperación, saneamiento y expansión de la economía argentina». Anunció que había sido aprobado por la Junta Militar de Gobierno y que sus bases fundamentales eran las siguientes:
Lograr el saneamiento monetario y financiero indispensable como base para la modernización y expansión del aparato productivo del país, en todos sus sectores, lo que garantiza un crecimiento no inflacionario de la economía. Acelerar la tasa de crecimiento económico. Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de los salarios en la medida adecuada a la productividad de la economía. José Alfredo Martínez de Hoz
En esa oportunidad el ministro señaló que, en el corto plazo, el programa económico debía dominar lo que llamó «los tres incendios»: la inflación, la deuda externa y la recesión (o sea, la caída de los niveles de producción).
La inflación
A principios de 1977, el rebrote de la inflación ―después de algunos meses de significativa disminución de los índices― llevó al equipo económico a justificar la postergación de la anunciada y esperada reactivación de la economía, porque el control de la inflación, objetivo considerado requisito para el logro de los demás, estaba insumiendo más tiempo que el previsto. El fracaso del esquema antiinflacionario enfrentó al equipo económico con los límites que la realidad imponía a las medidas automáticas de estabilización ordenada a partir del libre juego de la oferta y demanda no resultaba suficiente para eliminar las presiones inflacionarias. Desde entonces, y en contradicción con los principios que proclamaban, fue cada vez mayor la intervención del Estado para estabilizar el mercado. En marzo de 1977 estableció una tregua de precios por 120 días, durante la cual «los empresarios tenían que deponer sus pretensiones alcistas y absorber los ajustes salariales» que se autorizaron desde el 1° de ese mes. En el mismo lapso, el Estado postergó los incrementos en los precios de los combustibles. La medida fue muy criticada, incluso por miembros del equipo económico, y a partir del día 121 los precios aumentaron aceleradamente. El ministro, entonces, retomó la ortodoxia liberal y avanzó en la eliminación de los controles de precios, no sólo de los bienes sino, también, del dinero.
Reforma financiera
Con el proclamado objetivo de atraer las inversiones extranjeras que debían reactivar la economía del país, el equipo económico se propuso crear un mercado de capitales que resultara atractivo a los inversores extranjeros. El 1° de junio de 1977, Martínez de Hoz anunció una reforma financiera con el propósito de ir hacia la liberalización del mercado financiero. La nueva ley autorizaba «un mercado libre del dinero», en el que las tasas de interés se definían a través de la oferta y la demanda; establecía la garantía de los depósitos a cargo del Banco Central y fomentaba los depósitos a interés. Además, creaba amplias facilidades para la instalación de nuevas entidades bancarias y financieras. En particular, otorgaban una serie de privilegios, por dos años, a las entidades del interior del país para que pudieran enfrentar la competencia de los grandes bancos de la Capital Federal y las sucursales de los bancos extranjeros.
Hasta fines de 1977, la actividad económica fue impulsada por la expansión del sector agrícola, que dinamizó las producciones industriales estrechamente vinculadas, como tractores, maquinaria agrícola, fertilizantes, etc. Sin embargo, el equipo económico entendió que esta expansión por sí sola y dadas sus características resultaba insuficiente para asegurar el crecimiento económico auto sostenido del país. La participación de los trabajadores en la renta pasó del 35 por ciento al 30 del PBI.
Después de la liberalización del sistema financiero, durante la segunda mitad de 1978, el equipo económico buscó crear las condiciones para que las tasas de interés subieran. A través de un conjunto de medidas, el Estado redujo la cantidad de moneda circulante y, al mismo tiempo, las empresas públicas comenzaron a pedir créditos al sistema bancario y financiero. El aumento de la demanda de dinero originó el incremento de las tasas de interés que se aceleró rápidamente. Una vez impulsada la tendencia, el Banco Central comenzó a disminuir su regulación sobre el sector. El aumento del precio del dinero tuvo un efecto recesivo casi instantáneo. Las empresas que habían tomado créditos se encontraron con costos crecientes y reaccionaron liquidando sus stocks de mercaderías y, en muchos casos también, sus bienes de capital e instalaciones. Esta situación impulsó la caída de la actividad industrial. Durante todo 1978, el equipo económico continuó tomando medidas que buscaban profundizar la liberalización del mercado financiero: redujo el plazo mínimo autorizando a las entidades financieras para tomar depósitos indexados (de 6 meses a 1 mes y luego de 30 días a 7 días) y permitió la entrada y salida de capitales extranjeros en un plazo mínimo de 24 horas. Desde mediados de 1978 el Estado reguló la cantidad de moneda circulante a través de la Cuenta de Regulación Monetaria que establecía el encaje mínimo, es decir, el porcentaje de fondos que los bancos y las entidades financieras debían tener en reserva para hacer frente a sus obligaciones.
La Tablita
El nuevo programa estaba basado en el supuesto de que una parte importante de aumento de los precios se debía a «factores psicológicos». Para contrarrestarlos, propuso la información anticipada de porcentaje de devaluación y lo hizo fijando la variación de la pauta cambiaria, es decir, cuál sería la relación entre el peso y el dólar para cada día de los siguientes ocho meses, de enero a agosto de 1979. Esta vez, en lugar de establecerse como precio del dólar una suma fija, a lo largo de esos ocho meses cada dólar iba a costar una cantidad creciente de pesos. De este modo, quedó establecido en un instrumento, que se conoció como La Tablita, cuál iba a ser, en ese lapso, el porcentaje de la devaluación de la moneda argentina. Sin embargo, en ese período la inflación aumentó mucho más que la devaluación programada, de modo que el peso siguió sobrevaluado y el retraso de la paridad cambiaria afectó al sector exportador.
Estatizacion de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE)
El 24 de marzo de 1980, mediante el decreto 2396/80, el Estado argentino estatizó a la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE) por la suma de 394.5 millones de dólares estadounidenses. La operación se realizó en francos suizos y contó con la oposición de Juan Carlos Casariego del Bel, director de Registros de Inversiones Extranjeras del Ministerio de Economía, quien luego resultaría «desaparecido» (asesinado).
Visita a Londres y propuesta para la cuestión Malvinas en 1979
En junio de 1979, José Alfredo Martínez de Hoz visitó Londres y se reunió allí con los más importantes funcionarios del gobierno británico. Desde Margaret Thatcher, Lord Carrington al secretario del Foreign Office y el subsecretario Nicholas Ridley. Martínez de Hoz solía decir, en comentarios íntimos, que una forma de solucionar el largo diferendo por Malvinas era realizar "tareas mancomunadas con los británicos". Nicholas Ridley entendía que no era posible explorar los recursos de las Islas Malvinas a raíz de la fuerte disputa con Argentina y sostuvo que prefería la mitad de algo, antes que nada. En la reunión entre Ridley y Martínez de Hoz hubo una suerte de pingpong entre los dos, sobre diferentes alternativas. El "lease back" fue la más analizada. Durante ese mismo viaje, Martínez de Hoz fue interrogado por Thatcher, con quien lo unía una vieja amistad, respecto de la experiencia de gestión Argentina e incluso solicitó algún consejo.
Crisis financiera de 1980 y renuncia de Martínez de Hoz
En 1978, el plan del ministro Martínez de Hoz dio indicios de ser un fracaso total: la inflación anual llegó al 160%, y el PBI descendió durante ese año cerca de un 3.2 %. En 1979 la tasa de inflación llegó a 139.7, con una economía estancada. Además se generó una fuga del 25 % de los depósitos bancarios, los cuatro bancos más importantes del sistema fueron liquidados. Durante su gestión la deuda externa creció de 7000 millones de dólares a más de 40 000 millones de dólares, es decir, que en siete años se multiplicó casi seis veces. Durante 1980 las exportaciones cayeron un 20 % respecto del año anterior, las importaciones subieron un 30 %. En ese contexto se produjo el “crack bancario” de 1980, que puso fin a la etapa de la denominada “plata dulce”. La quiebra del Banco de Intercambio Regional junto con el cierre de otras 37 entidades financieras, que a su vez repercutió en sectores industriales, originando una fuerte corrida bancaria y fuga de divisas. Para 1980 la producción industrial había reducido un 10 % su aporte al PBI, y en algunas ramas como la textil, la caída superó el 15 %.
Desde fines de 1979 se venía agudizando el enfrentamiento entre los miembros de equipo económico y los directivos de algunos de los bancos que más habían crecido. Los primeros sospechaban que algunos de los nuevos bancos no estaban operando según las normas y las regulaciones vigentes. En marzo de 1980, el gobierno decidió cerrar el mayor de los bancos locales ―el Banco de Intercambio Regional (BIR)― hecho que provocó una crisis financiera de profundos alcances.2 A los pocos días, dispuso el cierre de otros grandes bancos ―como el Banco de Los Andes, el Banco Oddone y el Banco Internacional― y algunos menores durante los meses de abril y mayo, política de liquidación que continuó durante todo el año. Estas medidas provocaron un pánico generalizado entre los inversores y una ola de demanda especulativa de divisas. Frente al retiro de los depósitos de los bancos y de las entidades financieras y la salida del país de cuantiosas sumas, el equipo económico decidió restablecer la garantía oficial de la totalidad de los depósitos. Durante todo 1980, utilizó una gran parte de las reservas en devolver los depósitos garantizados a los clientes de las entidades quebradas o intervenidas y también adelantó fondos a las que entraban en crisis por los temores del público que retiraba sus ahorros. La creciente demanda de divisas y la fuga de capitales al exterior continuaron durante 1980 y se profundizaron a partir de febrero de 1981, cuando el equipo económico, finalmente, anunció una nueva devaluación.
En este contexto de fuerte crisis económica y de reacciones críticas y opositoras por parte de numerosos sectores de la sociedad civil, en marzo de 1981 Jorge Rafael Videla fue reemplazado por el general Roberto Viola como presidente y Martínez de Hoz dejó el ministerio de Economía con una deuda externa que ascendió a 40 000 millones de dólares2y fue reemplazado por Lorenzo Sigaut.
El dictador Jorge Rafael Videla le toma el juramento de José Martinez de Hoz como nuevo ministro de Economía el 31 de marzo de 1976. Enseguida el 2 de abril el nuevo ministro anuncio por cadena oficial su plan económico que incluía congelamiento de salarios y aumento de impuestos.
A mediados de 1975 una delegación de empresarios liderada por José Alfredo Martínez de Hoz, presidente del Consejo Empresario Argentino se entrevistó en secreto con el entonces general Jorge Rafael Videla, comandante en jefe del Ejército, para expresarle la preocupación de los grandes grupos económicos porque "se estaba impidiendo la libertad de trabajo, la producción y la productividad" y solicitarle a las Fuerzas Armadas que aseguraran "el imperio del orden sobre todas las cosas".
En octubre de 1975, los militares y empresarios golpistas comenzaron a reunirse con la jerarquía de la Iglesia Católica y de líderes de partidos políticos como la Unión Cívica Radical y el Partido Federal, que se comprometieron a no oponerse. En febrero de 1976 el entonces general Roberto Eduardo Viola elaboró el plan de operaciones del golpe. El plan contemplaba la necesidad de "encubrir" como "acciones antisubversivas", la detención clandestina de activistas y opositores, desde la noche misma del golpe.
Un repartidor anota la cotización del dólar en plena City porteña. La tablita de Martinez de Hoz establecía la devaluación mensual del peso. De esta manera, quienes convertían dólares en pesos, podrían recuperarlos a un precio previsto.
Una caravana de autos lleva televisores desde Uruguayana en Brasil a Paso de los Libres . El dólar barato con la llamada plata dulce alentaba las compras en el exterior.
Los productos preferidos en las compras en el exterior eran los televisores y las videocaseteras el viaje mas comun era el viaje a Uruguayana.
José Martínez de Hoz inventor de la nefasta "tablita cambiaria" que le dio nacimiento a la Patria Financiera, el ocupó el ministerio de Economía desde 1976 a 1981. Durante esos años, el daño que le provocó al país fue irreparable. Ya sobre el final de su gestión, Martínez de Hoz se convirtió en el fracaso viviente, porque no consiguió construir el bienestar que habían anunciado los militares golpistas. Se fue dejando una monumental deuda pública externa, un feroz atraso cambiario y una invasión inédita de productos importados.