Un comando de la Marina, ejecutando órdenes del entonces presidente de facto, general Pedro Eugenio Aramburu, penetró por la fuerza en el edificio de la CGT y robó el cadáver de Evita.
El nuevo dictador tenía una amenaza velada en la CGT que ponía nerviosa a todos los miembros de la Revolución Libertadora la amenaza no era fácil de combatir se trataba del cadáver de Evita que se encontraba en la sede de los trabajadores
Al dictador Aramburu luego de intervenir la CGT y de apresar a miles de sindicalistas se escuchó decir :
“Mi problema no son los obreros. Mi problema es ‘eso’ que está en el segundo piso de la CGT”.
La decisión que se tomó tras arduos debates sobre qué debía hacerse con el cadáver que incluyeron proposiciones premonitorias, como arrojarla al mar desde un avión de la Marina o incinerar el cadáver pero finalmente se decidió que, ante todo, debía sacársela de la CGT para evitar que el edificio de la calle Azopardo se transformara en un lugar de culto y por lo tanto de reunión de sus fervientes partidarios.
El cuerpo momificado de Evita, contemplado por el Dr. español Pedro Ara, quien realizó el embalsamamiento.
Un comando de marinos al mando del teniente coronel Carlos de Moori Koenig entró por la fuerza en el edificio de la CGT, derribó el busto de Evita que se encontraba en el primer piso y con armas forzaron la puerta de la capilla del segundo piso. Allí quemaron las banderas argentinas dispuestas sobre el cadáver y orinaron sobre el mismo, antes de llevárselo. Durante tres días, el cuerpo recorrió diferentes puntos de la ciudad, a fin de no levantar sospechas, dentro de un camión.El relato del exmayor Jorge Dansey Gazcón difiere, ya que asegura que fue él quién lo trasladó. Desde ese momento se estableció un itinerario macabro y perverso.
Moori Koenig puso el cadáver dentro de una camioneta y lo mantuvo en su interior durante varios meses, estacionándola en distintas calles de Buenos Aires, en depósitos militares, o incluso en la casa de un militar. Una noche incluso, los militares llegaron a matar a una mujer embarazada confundiéndola con un comando peronista que pretendía recuperar el cadáver. Moori Koenig instaló en su oficina el féretro, con el cadáver de pie. Una de las personas que vio en esas circunstancias el cadáver de Evita fue la cineasta María Luisa Bemberg.