La invasión de los treinta y tres orientales y sus primeros éxitos, la inevitabilidad de la guerra con el Brasil, obligaron al general Las Heras y al ministro de la guerra Fernández de la Cruz a enviar al Congreso un mensaje pidiendo la formación y organización del ejército nacional con el fin no sólo de conquistar «la integridad del territorio ocupado por los enemigos sino también de mantener la República en el estado de respetabilidad que le corresponde».
El Congreso no vaciló en aprobar en mayo de 1825 la creación del ejército nacional y luego votó igualmente el refuerzo de la línea de defensa del río Uruguay, que se estableció con el nombre de ejército de observación, a las órdenes del general Martín Rodríguez.
Se discutió en torno a la definición del concepto de Nación. Manuel Antonio Castro sostuvo la tesis que, aunque no hubiese Constitución, había Nación, y ese hecho se desprendía de la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán. Ahora bien, la existencia de la Nación como hecho evidente entrañaba la creación de una fuerza para defenderla.
La ley del ejército nacional arrastró la necesidad de otras leyes nacionales: la formación de un fondo de la Nación, la creación del. Banco nacional, etcétera.
El Congreso reconoció de hecho la incorporación de la provincia Oriental a las Provincias Unidas el 25 de octubre de 1825, en sesión secreta, y se admitió como diputado de la misma a Tomás Gomensoro. Esa situación obligaba a organizar la defensa de la provincia reincorporada, es decir, llevaba a la preparación de la guerra con el Brasil, al alistamiento de la escuadra y a la efectividad del ejército nacional