Tras los gobiernos provisorios de Joaquín Suárez, José Rondeau y Lavalleja, una asamblea de representantes sancionó una constitución que fue jurada por el pueblo el 18 de julio de 1830. Tras la misma fue elegido primer presidente constitucional Fructuoso Rivera.
El enfrentamiento entre Lavalleja y Rivera se prolongó durante más de cuatro décadas, en la Guerra Grande, un conflicto en el que Buenos Aires intentó someter a su control a la naciente república apoyando al bando encabezado por el general Manuel Oribe; la revolución de 1858 y la Guerra Chiquita, dos guerras civiles que asolaron al país.
El Emperador Pedro I de Brasil quedó muy desprestigiado por la pérdida de la Provincia Cisplatina a pesar de los nuevos tributos que se crearon en Brasil para sostener el esfuerzo bélico.
El resultado adverso de la guerra dañó la popularidad del emperador, quien apenas tres años después abdicó el trono en favor de su hijo Pedro II de Brasil, aunque los motivos principales de esta decisión no estaban relacionados con el conflicto.
En Buenos Aires, la crítica situación financiera llevó a los comerciantes y estancieros a abandonar su simpatía inicial por Dorrego, y la firma de la Convención Preliminar de Paz puso en su contra al ejército republicano que había luchado en la campaña del Brasil. Sus jefes se pusieron a disposición de los líderes del Partido Unitario, alejado del poder desde la caída de Rivadavia, y el general Lavalle lo derrocó el 1 de diciembre de 1828, fusilándolo pocos días más tarde.
Este hecho hizo renacer la guerra civil entre federales y unitarios, teniendo su correlato uruguayo en la Guerra Grande entre nacionales y colorados. En la década siguiente los unitarios fueron derrotados en la guerra civil argentina, debiendo reducir sus acciones a conspiraciones desde el exilio, mientras que los victoriosos federales se hicieron con el poder en todas las provincias argentinas y organizaron el país en la Confederación Argentina, con Juan Manuel de Rosas como su máximo líder durante 17 años. Como contrapartida, el triunfo de Rosas llevó a que el país continuara en un estado de carencia de elementos básicos como nación: Argentina continuó con subdesarrollo industrial, falta de organización interna, ausencia de relaciones con el resto del mundo y carencia de una constitución. Tales faltas no pasaron desapercibidas por las demás provincias de la confederación, por lo que eventualmente Justo José de Urquiza se rebeló contra su aliado Rosas y en 1852 lo venció en la Batalla de Caseros. Acto seguido cumplió con uno de los objetivos más longevos de la política argentina y creó la Constitución argentina de 1853, pero no fue aceptada inmediatamente y debió pasar más tiempo, hasta la Batalla de Pavón (1861) y la derrota de Urquiza, para que fuera aceptada a través de una versión modificada. Esta batalla daría inicio al proceso irreversible hacia la unificación de Argentina y el fin de la fragmentación geográfica, tras ella el país lograría la organización interna y la modernización. La Guerra Civil Argentina entraría en su recta final, y terminaría en 1880