El combate de Los Pozos tuvo lugar el 11 de junio de 1826 en el Río de La Plata, frente a la ciudad de Buenos Aires, en una zona de relativa mayor profundidad (de allí el nombre de Los Pozos) y a la vista desde la población, entre la endeble escuadra argentina y la flota del Imperio de Brasil, venciendo la primera.
Las operaciones de la escuadra de Brown demostraron que el bloqueo no había sido suficientemente estricto, de modo que a fines de mayo, la escuadra brasileña formalizó tres líneas de bloqueo, desde la desembocadura del Plata hacia adentro, hasta enfrentar a Buenos Aires. Por dos veces, los días 23 y 25 de mayo, la escuadra brasileña intentó ataques parciales al puerto de Buenos Aires, sin resultado alguno.
Aprovechando que una parte de la escuadra argentina había escoltado el traslado de un nuevo contingente de tropas a la Banda Oriental, el 11 de junio se presentó ante el puerto de Buenos Aires una poderosa escuadra enemiga, compuesta de 31 barcos. Allí se hallaba anclada solamente una parte de la flota de Brown, que solo disponía de 4 buques y 7 cañoneras. Antes de comenzar el combate, Brown arengó a sus hombres:
«Marinos y soldados de la República: ¿Véis esa gran montaña flotante? ¡Son los 31 buques enemigos! Pero no creáis que vuestro general abriga el menor recelo, pues no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la 25 de Mayo que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la Patria!»
«¡Fuego rasante, que el pueblo nos contempla!»
En efecto, gran parte de la población de la ciudad había subido a las azoteas de las casas y edificios públicos o se había agolpado en la playa para presenciar el combate. Este comenzó poco antes de las dos de la tarde, con sucesivas descargas de artillería. La escasa profundidad impidió a las naves brasileñas obtener completa ventaja de su superioridad numérica.
Al poco tiempo se presentaron a retaguardia de los brasileños dos buques argentinos, la goleta Río de la Plata, mandada por Leonardo Rosales y el bergantín General Balcarce, comandado por Nicolás Jorge, que evitaron a los buques enemigos y se unieron a la escuadra de Brown. Poco antes del atardecer, la flota brasileña se retiró. El pueblo de Buenos Aires recibió a Brown y a su tripulación con grandes manifestaciones de admiración.
Poco antes de las dos de la tarde se empeñó la acción en toda la línea. Aumentó la angustiosa expectativa de la muchedumbre agolpada en la ribera con la presencia de otras naves que a toda vela acudían al lugar del combate. Era el comandante Leonardo Rosales que llegaba en ayuda del Almirante con la goleta Río de la Plata y lo mismo hacía Nicolás Jorge con el bergantín General Balcarce. Para facilitar la maniobra de estas dos naves Brown atacó con frágiles cañoneras a uno de los más poderosos buques brasileños, la fragata Nitcheroy y al despejarse el humo del combate se vio que la fuerza enemiga se retiraba. Brown ese día recibió del pueblo de Buenos Aires las pruebas más exaltadas de admiración y gratitud ante esta victoria argentina llamada combate de Los Pozos.