Las corrientes proteccionistas, que en Europa y en los Estados Unidos se habían impuesto sobre el librecambismo, tenían ya adeptos en la Argentina y eran propulsadas desde su cátedra en la Facultad de Derecho por Vicente Fidel López, quien había entusiasmado a muchos discípulos, entre ellos, Carlos Pellegrini. La prédica apuntaba a la industrialización del país, a fin de acabar con la dependencia exclusiva de la renta de aduana que el liberalismo habla instaurado como única pauta de enriquecimiento nacional.
Los primeros ensayos de superar la crisis sólo a través de medidas fiscales, conforme a la tradición liberal, fueron reemplazados por medidas proteccionistas aplicadas al desenvolvimiento de industrias manufactureras, a través de un régimen aduanero que obstruía la entrada de artículos competitivos e innecesarios, mientras facilitaba el afincamiento de una incipiente industria nacional.
En apoyo del proyecto de impuestos internos, que proponía Vicente Fidel López, decía el presidente Pellegrini en diciembre de 1890 al Congreso:
"El gobierno no tiene fondos, el Tesoro Nacional está exhausto y el peso de la deuda es enorme, o el Congreso vota los impuestos internos, o el poder ejecutivo suspende todo servicio".
Los impuestos internos tuvieron su origen en la necesidad de la administración pública de superar la bancarrota financiera que siguió a la crisis del 90.
Fueron parte de un plan financiero en el que figuraban la fundación del Banco de la Nación Argentina, la aplicación de nuevos derechos a la importación y la duplicación de las tarifas aduaneras para artículos similares a los que se fabricaban en el país.
El objeto de todo ello era crear recursos y como un arbitrio circunstancial se recurrió a gravar con impuestos los consumos viciosos (alcoholes).
El proyecto llevaba la firma de Carlos Pellegrini y de Vicente Fidel López, como presidente y ministro de hacienda, respectivamente. En la Cámara de diputados tropezó la idea con una gran oposición y fue vencida la resistencia diciendo que el impuesto era transitorio y que el gravamen era moderado.
Decía el mensaje que "en la ley sobre impuestos se castiga las bebidas alcohólicas y la cerveza y no habría razón para eximir de una contribución a las elaboradas en el país. Estas constituyen ya una industria poderosa y floreciente que puede soportar perfectamente un gravamen módico como el que se proyecta".
Vicente Fidel López en este período lideró el primer movimiento que propugnó la industrialización del país, cristalizado alrededor del debate sobre una nueva ley aduanera, destacándose por ser el primer parlamentario en cuestionar sin tapujos al librecambismo consolidado. Entre sus argumentos el más novedoso era el de resaltar la necesidad de reducir la dependencia respecto de los mercados extranjeros, esbozando un nacionalismo económico que, a pesar de lograr mayores aranceles a la importación, no encontraría mayor resonancia política hasta mediados del siglo siguiente.
Se decía, además, que el impuesto interno proyectado era cuatro veces menor que el aplicado en la aduana para el alcohol y nueve veces menor para la cerveza.
El ministro de hacienda Hansen decía en 1892:
"La creación de los impuestos internos sobre alcoholes, fósforos, etc., representa una de las iniciativas más fecundas de los últimos tiempos en materia de finanzas nacionales... La competencia de la industria nacional en la producción de vinos, azúcares, alcoholes y cervezas, representa una disminución en la renta, proveniente del derecho de importación de esos artículos, de más de 10 millones de pesos oro por año entre 1889 y 1891, y toda esta suma, se puede afirmar, que ha sido donada a esas industrias".
En la discusión se mencionó, por ejemplo, que las destilerías de alcohol, unas 18 o 20 empresas, repartían dividendos fabulosos, de 50 a 60 %; aunque pagasen los impuestos nuevos, siempre quedarían amplios márgenes de ganancias.
El primer impuesto fue de 7,5 centavos por litro; la cerveza abonaba 5 centavos y una caja de fósforos de 6 docenas, un centavo; los tabacos no se gravaron enseguida, pero se obligó a las cigarrerías a pagar patentes elevadas. En 1891 lo recaudado en concepto de impuestos internos representa dos millones y medio de pesos; en 1892 se duplicó la cifra, y en 1898 alcanzó a 21.500.000 pesos. Pero la elevación de los impuestos produjo disminución en varios rubros imponibles; por ejemplo, en 1891 se producían 45 millones de litros de alcohol, principalmente de maíz; hacia 1898 la producción oscilaba en unos 26 millones.
Desde 1890 los cambios impositivos ya no vienen empujados por cambios institucionales. Ahora son cambios económicos, internos e internacionales los que marcarán a fuego el sistema impositivo. que llevaron a unificar su mercado interno e incorporarlo al mundo. Su reflejo tributario llevó a la creación de los impuestos "internos" por oposición a los de Aduana.