Con anterioridad a la llegada de los españoles, el actual territorio de salta estaba habitado por diversos pueblos indígenas. Eran: los atacamas, en la cordillera y la puna; los saltas, chicuanas, pulares, huachipas, en los valles y quebradas; los Quilmes, los tolombones, entre otros. Los antropólogos definen a todos estos grupos, que compartían una misma lengua y un tronco racial común, con el nombre de "civilización andina". Los españoles, en los comienzos de la conquista, los unificaron bajo el nombre de diaguitas o calchaquíes. Estos cultivaban maíz, papa, poroto y zapallo, Tejían sus vestidos, criaban llamas, alpacas y guanacos, y construían sus viviendas en varios grupos vecinales.
Hacia 1470-80 todas estas etnias y parcialidades fueron conquistadas y sometidas por los incas procedentes del Perú a través de la Tercera expansión del Imperio incaico, quienes instalaron su principal centro de dominación colonial en Sikuani (o Chicoana, entonces ubicada en la actual La Paya).
En el Chaco Salteño, en tanto, habitaban y habitan los wichís (llamados a partir de la invasión quechua: "matacos"), chanés, chorotes, chiriguanos e incluso qom'lek (comúnmente llamados por los guaraníes: "tobas"), así como grupos de vilelas, los quechuas difundieron la denominación de “cunco” (“salvaje”) y “chavanco” para el conjunto de etnias de la región chaqueña.
Adoración a la naturaleza
Los calchaquíes se identificaron con el misterio y adoraron a la naturaleza, la tierra animada o Allpa Kamasca, como acostumbraban llamada. También veneraron a las aves y los animales, particularmente al cóndor o kuntur, a la serpiente o amaru, y al tigre o uturuncu .Nadie podía realizar nada sin invocar a los dioses, incluso con respecto a los hechos más simples e insignificantes. La Pachamama, o madre de la tierra, y Gualdrapuca, madre del viento, eran divinidades superiores como Inti, el sol, y mama Quilla, la Luna, a quienes los aborígenes adoraban por sobre todas las cosas, prodigándoles ofrendas y sacrificios.
La otra vida
Rendían culto a los muertos, ya que creían en la inmortalidad del alma y en la vida futura. Acostumbraban abrir los ojos de los difuntos antes de enterrados, para que miraran las inmensas riquezas que les esperaban en la otra vida. Ellos pensaban que las almas de los muertos se transformaban en estrellas y la intensidad de su brillo dependía de la grandeza de cada ser.
El primer español que recorrió los valles Calchaquíes fue Diego de Almagro, en 1535, le siguió luego Diego de Rojas en 1542, quien pasó por el sur de la provincia. En 1563, el rey de España Felipe II expidió una Real Cédula determinando los límites jurisdiccionales de la Real Audiencia de Charcas dentro del Virreinato del Perú, incluyendo dentro de ellos a la Gobernación del Tucumán. De este modo se la separó de Chile, separación que se completó en 1564 con el nombramiento de un gobernador para la "provincia del Tucumán, Diaguitas y Juríes", con residencia en la ciudad de Santiago del Estero. El actual territorio salteño quedó incluido en la nueva gobernación.
En 1566 llegaron al actual territorio de Salta tres capitanes, Jerónimo de Olguín, Diego de Heredia y Juan de Barzocana, quienes amotinados contra la autoridad del gobernador Francisco de Aguirre, fundaron una ciudad a la que llamaron Cáceres, sobre la margen izquierda del río Pasaje (en lo que hoy es el Departamento Anta). La población fue refundada el 15 de agosto de 1567 por Diego de Pacheco rebautizándola Nuestra Señora de Talavera del Esteco, pero poco tiempo después desapareció.
Años después en 1577 el Rey Felipe II designó al Licenciado Hernando de Lerma Gobernador de la Provincia de Tucumán; cargo que tardó dos años en asumir porque el flamante gobernador no disponía de medios para costearse la larga travesía hasta su destino, tal es así que en Potosí los oficiales reales le dieron un préstamo para que pudiera llegar a la ciudad de Santiago del Estero.
En 1592 Juan Ramírez de Velazco fundó Madrid de las Juntas, en la unión de los ríos Pasaje y Piedras, trasladada por el gobernador Alonso de Rivera en 1609 a tres leguas al oeste llamándola Talavera de Madrid. Aunque se popularizó el nombre Esteco en recuerdo de la abandonada Nuestra Señora de Talavera de Esteco de donde provenían muchos de sus habitantes. Esta ciudad fue visitada por San Francisco Solano y estuvo envuelta en leyendas debido al lujo de sus habitantes, siendo destruida por un terremoto el 13 de septiembre de 1692.
La región formó parte del Virreinato del Perú hasta 1776, cuando la corona española creó el Virreinato del Río de la Plata. Al subdividirse administrativamente este virreinato, conforme a la Real Ordenanza de Intendentes del 28 de enero de 1782, la actual provincia de Salta quedó ubicada dentro de la Gobernación Intendencia de San Miguel de Tucumán. La Real Cédula del 5 de agosto de 1783, suprimió esa Gobernación Intendencia antes de que fuera implementada, con lo cual Salta junto con Catamarca, Santiago del Estero, Jujuy, Tucumán y sectores de la Puna de Atacama, pasaron a integrar la nueva Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán, con capital inicialmente en San Miguel de Tucumán y desde 1792 en la ciudad de Salta. Mientras el resto del territorio formó la Gobernación Intendencia de Córdoba del Tucumán. En 1794 se fundó la estratégica ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, nexo directo entre las ciudades de Tarija y Salta.
En 1807 por Real Orden Tarija fue incorporada a la Intendencia de Salta del Tucumán en los aspectos militares y eclesiásticos, pero continuaba dependiendo de Potosí en cuanto a lo administrativo al momento de la Revolución de Mayo, hecho que dio lugar al litigio posterior entre la Argentina y Bolivia sobre la posesión de la ciudad y su territorio (Cuestión de Tarija).
Viviendas aborígenes
Los pueblos de la región, aprovecharon lo que su medioambiente les ofrecía y así construyeron sus viviendas rectangulares con piedras y barro (pircas) y techo de paja, con una abertura en la parte superior como entrada, a la que se accedía por medio de escalas de madera. Es de destacar que los apatamas no poseyeron fortificaciones (pucarás) como los omaguacas .
Las noticias de la Revolución de Mayo, llegadas a mediados de junio, no fueron una sorpresa para los principales vecinos de la capital, pues don José de Moldes les había ya informado de los planes de los patriotas de Buenos Aires
Fue un grupo de abogados residentes en la ciudad los que precipitaron el pronunciamiento de Salta por la causa de la Revolución. El 17 de junio se reunía el ayuntamiento para tratar los oficios de la Junta Provisional Gubernativa y del Cabildo de Buenos Aires; pero se decidió postergarla para el día 18 y tratar el tema. Este Cabildo debía ser general, por lo que se convocó al obispo diocesano, Cabildo eclesiástico, ordenes religiosas, jefes de los cuerpos y vecinos caracterizados.
Reunido el Cabildo abierto el 19 de junio. con asistencia de don Mateo Gómez Zorrilla, don Antonio F. Cornejo, alcaldes ordinarios: don José Francisco Boedo, don José de Perizena y don Juan A. de Murua, regidores electivos, presididos por el gobernador intendente, don Nicolás Severo de Isasmendi, se leyeron las comunicaciones e impresos recibidos de Buenos Aires, procediéndose luego a la votación.
El cabildo se volvió a reunir el 18 de junio con la presencia del gobernador intendente de Salta del Tucumán, Nicolás Severo de Isasmendi y se decidió que al día siguiente se convocara un cabildo general. El 19 de junio se reunieron 61 personas, por mayoría se decidió reconocer a la Junta Provisional Gubernativa de Buenos Aires y el envío de un diputado. Ese día el gobernador intendente y el Cabildo de Salta oficiaron a la Junta lo acordado.
La convocatoria de cabildo abierto para la elección de un diputado era para el 25 de junio, pero un grupo de veintidós vecinos excluidos de la misma presentó un petitorio para que se les admitiese en la elección y luego irrumpieron en la sala de acuerdos. Al ordenarse su expulsión, se produjo la protesta de los excluidos y el gobernador sugirió la postergación de la elección para el día 30, pero esto no fue aceptado por el cabildo. Luego de disputas, el gobernador dispuso el apresamiento del alcalde de segundo voto, José Antonio Fernández Cornejo y del síndico procurador Juan Esteban Tamayo. Isasmendi reaccionó ordenando apresar a los miembros del cabildo, siendo capturados Nicolás Arias, Calixto Ruiz Gauna, Mateo Zorrilla y José Boedo, logrando los restantes abandonar la ciudad.
Calixto Gauna, alguacil mayor y comandante de milicias, consiguió durante la noche evadirse de la prisión y luego de un veloz viaje de ocho días, informó de lo sucedido a la Junta de Buenos Aires. Después de descansar veinticuatro horas regresó con el gobernador interino nombrado por la Junta, coronel doctor Feliciano Chiclana, quien había sido nombrado auditor de guerra del Ejército del Norte, aunque no viajaba con la expedición, la alcanzó el 28 de julio en Fraile Muerto con su escolta de seis blandengues y dos patricios, que allí reforzó con doce blandengues al mando del teniente Eusebio Suárez y continuó viaje a Salta. El hecho le valió a Gauna el grado de teniente coronel, aunque al regresar a Salta debió permanecer postrado por tres meses debido a la hinchazón de sus extremidades inferiores. El 29 de agosto Chiclana hizo realizar la elección de un diputado mediante un cabildo abierto con la presencia de ciento dos personas, siendo electo por ochenta y dos votos el Dr. Francisco de Gurruchaga, quien presentó sus credenciales a la Junta el 17 de diciembre de 1810.
Chiclana mandó arrestar a Severo de Isasmendi con una barra de grillos pero logró huir a su hacienda en los valles Calchaquíes, escondiéndose en una cueva de Luracatao. Desde allí colaboró posteriormente con los realistas del Alto Perú. Por orden de la Junta, Chiclana confinó en San Luis a Tomás Sánchez y a Isidro Matorras (escribano del cabildo). El 16 de octubre Castelli llegó a Salta. El 3 de noviembre la Junta nombró a Chiclana gobernador intendente interino de Potosí y en su reemplazo nombró al marqués del Valle de Tojo, quien no asumió y fue sustituido interinamente por Tomás de Allende. Éste asumió la gobernación el 24 de diciembre de 1810, al recibir ese día el oficio de nombramiento pero su mandato sería breve. Pocos días después, el 18 de diciembre la Junta Grande se convertía en el nuevo ejecutivo de la revolución y siguiendo sus directivas para la organización de las provincias, el 8 de marzo de 1811 se estableció en Salta la Junta Provincial Gubernativa integrada por Antonio Arias y Velásquez, Juan José Fernández Cornejo, Francisco Aráoz y Juan Antonio de Moldes, bajo la presidencia de Tomás de Allende en su carácter de gobernador intendente.
Al conocerse en Salta que un Ejercito Auxiliar avanzaba hacia el Alto Perú y recibir órdenes desde Buenos Aires de alistar hombres, a estos cuerpos milicianos de la colonia se agregaron otros. En 1811, se habían organizado en Salta ocho compañías del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Salta, siete de las cuales corresponden a los diferentes partidos rurales de la jurisdicción de la ciudad .Organizadas sobre las bases de milicias previas, era evidente que en los primeros años la revolución no despertaba entusiasmo entre los sectores populares y en la campaña salteña, aún cuando existieron iniciativas espontáneas como la organización de un cuerpo de milicias de pardos y morenos en la ciudad de Salta.
Batalla de Salta
La batalla de Salta fue un enfrentamiento armado librado en el curso de la Guerra de Independencia el 20 de febrero de 1813 en Campo Castañares, hoy zona norte de la ciudad de Salta . El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez como mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas garantizó el control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, aseguró la región y permitió a los patriotas recuperar, provisoriamente, el control del Alto Perú.
Tras la decisiva batalla de Salta del 20 de febrero de 1813, Manuel Belgrano logró que todo el noroeste argentino quedara libre, aunque se mantuvieron esporádicos ataques realistas desde el Alto Perú . Por decreto del 8 de octubre de 1814, el Director Supremo Gervasio Posadas creó la Provincia de Salta al dividir la Intendencia de Salta del Tucumán, liderada por el general Martín Miguel de Güemes.
Belgrano y San Martín en la Posta de Yatasto
Este sitio histórico, declarado monumento nacional, se conserva cerca de la ciudad de Metán, en el sur de la provincia. La posta era un lugar de descanso obligado para los viajeros que atravesaban el virreinato entre Buenos Aires y el Alto Perú. Allí podían pasar la noche, comer y asearse, además de cambiar los caballos de los carruajes o alimentados y hacerlos descansar antes de continuar el viaje. La Posta de Yatasto se convirtió en lugar histórico porque allí se encontraron San Martín y Belgrano el 20 de enero de 1814. Ese día, el libertador, que llegaba para hacerse cargo del Ejército del Norte, y el creador de nuestra Bandera, se confundieron en un abrazo que selló la amistad de los dos patriotas.
Martín Miguel de Güemes y la guerra gaucha
Luego de la Revolución de Mayo, Güemes resistió varios intentos de invasión de parte de los realistas comandados por Pedro Antonio Olañeta. Su actuación y la de su ejército conocido como los "Infernales" fue constante desde 1815 hasta su asesinato durante una emboscada en 1821, esta actividad se continuaba en Tarija mediante las tropas gauchas acaudilladas por Eustaquio Méndez y Manuel Pérez de Uriondo.
Entre el 15 de abril y el 4 de mayo de 1817, la ciudad de Salta estuvo ocupada por las fuerzas españolas del general José de La Serna. Entre el 31 de mayo y fines de junio de 1820, las fuerzas realistas del general Juan Ramírez Orozco mantuvieron ocupada nuevamente la ciudad de Salta. Entre el 7 de junio y el 14 de julio de 1821, se produjo la última ocupación de la ciudad de Salta por las tropas españolas de Olañeta, saldándose con la muerte de Güemes.
El Partido de Atacama se hallaba anexado a la jurisdicción de Salta desde 1816, pero al liberarse el Alto Perú del dominio realista, el presidente interino de la Intendencia de Potosí, Guillermo Miller ordenó al subdelegado Luis Alberto Ortega la sumisión a su gobierno. Lo que fue cumplido el 5 de abril de 1825, quedando el partido separado de Salta.
El 26 de agosto de 1826 un golpe de estado separó a Tarija de Salta y de Argentina, anexándola a Bolivia (facilitó tal hecho la Guerra del Brasil y la lucha de facciones en la Argentina así como el intento de ciertos gobernantes salteños por mantener a Tarija como sufragánea de Salta). El Congreso nacional, por ley del 30 de noviembre de 1826, elevó a Tarija a la categoría de provincia, aunque no volvió ya a territorio argentino.
Trayecto del viaje de Calixto Ruiz de Gauna hacia Buenos Aires, el viaje le tomó 8 días y, tras llegar, informó lo que había sucedido. Ello le mereció que lo ascendieran al grado de teniente coronel y fue designado gobernador interino de la intendencia de Salta de Tucumán por Feliciano Chiclana, quien regresó junto a él a Salta. Tuvo una severa inflamación en las extremidades inferiores debido a la cabalgata, por lo que se vio obligado estar tres meses en reposo
Feliciano Antonio Chiclana
Feliciano Antonio Chiclana en agosto de 1810 fue nombrado gobernador intendente de la Intendencia de Salta del Tucumán, jurisdicción que entonces abarcaba también a la provincia de Jujuy, estuvo en el poder hasta noviembre de 1810 cuando recibió órdenes de Buenos Aires de dejar ese cargo para ocupar el de gobernador de la Intendencia de Potosí
Batalla de Salta, 20 de febrero de 1813. Triunfo patriota contra los realistas
Después de la Guerra con el Brasil, que llevó a la independencia de la Provincia Oriental, la situación política de las provincias argentinas estuvo marcada por la desaparición del gobierno nacional del presidente Rivadavia. Esto llevó a que las provincias se declararan autónomas y delegaran en el gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, el manejo de las relaciones exteriores argentinas. Varias tentativas de reunir un Congreso que organizara políticamente un estado nacional de bases federales no se concretaron, y en este contexto el Partido Unitario intentó retomar el poder. Aprovechó el descontento de los jefes militares del Ejército Nacional con el tratado de paz firmado por Dorrego, para promover una sublevación político-militar. En diciembre de 1828 el general Juan Lavalle derrocó y fusiló a Dorrego, haciéndose con el gobierno de Buenos Aires; poco después el general cordobés José María Paz marchó con otra división de las tropas nacionales y se apoderó de Córdoba tras derrotar al gobernador Juan Bautista Bustos en la Batalla de San Roque.
Formacion de la Liga Unitaria
La guerra así comenzada continuó con varias alternativas durante 1829, pero mientras que los caudillos federales de las provincias litorales derrotaban a Lavalle, Paz consolidaba su dominio de Córdoba tras derrotar dos invasiones del caudillo riojano Juan Facundo Quiroga.
El general Paz, al saber que la revolución había fracasado en Buenos Aires y el Litoral, proclamó que su intención era mantenerse en su provincia natal sin agredir a las demás provincias, pero luego consideró la necesidad de ocupar las provincias limítrofes para asegurar su propio dominio de Córdoba. Los gobernadores de Salta y Tucumán fueran los primeros en adherirse a la liga unitaria y luego colaboraron en la ocupación de las provincias gobernadas o influenciadas por caudillos federales. De este modo diversas columnas militares ocuparon con poca o ninguna resistencia las provincias de San Juan, La Rioja, Mendoza y Santiago del Estero, mientras que en las provincias de Catamarca y San Luis también asumieron gobiernos afectos a Paz. Así la situación político-militar dividió claramente al país en dos zonas: el Litoral y el Interior.
Miguel Calixto del Corro, sacerdote cordobés que representó a Santiago del Estero en la firma de la Liga del Interior.
Los gobiernos de las provincias que simpatizaban con Paz, o que estaban controladas militarmente por sus tropas, enviaron representantes a Córdoba, los cuales firmaron el 5 de julio de 1830 un tratado de paz y amistad, y una alianza defensiva y ofensiva. Los firmantes fueron Córdoba , Catamarca , San Luis , Mendoza , La Rioja , adhiriendo luego Salta, Santiago del Estero, Tucumán y San Juan.
Derrocamiento del gobierno de Salta
Siendo coronel, junto a sus pares Agustín Arias y Francisco Ibarra derrocan al gobernador de Salta, canónigo Gorriti que se había pronunciado por la Liga Unitaria que comandaba el general Paz. A Gorriti lo sucede el general Rudecindo Alvarado a quien Latorre y el coronel Pablo Alemán le dirigen un nuevo levantamiento federal que provoca su renuncia el 19 de noviembre de 1831. Es entonces en que a fines de este año Pablo Latorre es elegido gobernador de Salta y Jujuy ya que se trataba de una sola provincia, en un momento en que el historiador Chávez lo califica de “sumamente difícil y confuso.” Ya que los unitarios conspiraban desde Bolivia y a principios de 1832 operarían con guerrillas sobre Jujuy y Salta. Latorre delega el mando a su amigo el coronel Pablo Alemán y sale de campaña derrotando a los enemigos en Pulares.
En 1834 estalló una nueva pugna por poder en el Norte de la Confederación Argentina, esta vez entre dos gobernadores de tinte federal: el de Salta, Pablo de la Torre, y el de Tucumán, Alejandro Heredia. Con el fin de debilitar la influencia de su rival, Heredia incitaba las ideas de autonomía de los jujeños, cuya provincia era parte de Salta. La Torre a su vez hacía la misma política de intrigas en la provincia de Catamarca, sujeta a la autoridad tucumana. Pero la posición del gobernador salteño era sumamente precaria. La Torre tenía enemigos tanto dentro como fuera de su provincia. Por un lado, los sectores pudientes de la sociedad salteña, resentidos con La Torre, estaban en estrecho contacto con el gobierno jujeño a través del doctor Juan Antonio de Moldes, con el propósito de derrocarlo (1). Por otro lado, el gobierno y el pueblo de Jujuy deseaban su autonomía desde 1811. Esta vieja aspiración del pueblo jujeño había logrado reunir además del mencionado respaldo de Heredia, el de los unitarios salteños y el de los gobiernos de Santiago del Estero y Catamarca.
Jujuy se separa de Salta
Asimismo, el gobierno boliviano del mariscal Andrés Santa Cruz consideraba que el apoyo a la independencia jujeña favorecería sus intereses en la región, ya que en la lucha por la autonomía participaban elementos antirrosistas. Para ello, Santa Cruz envió a Mojo a Fernando Campero, quien apoyó el acto de independencia jujeña proclamado en la localidad de Yavi el 22 de noviembre de 1834, y además facilitó armas, soldados y apoyo a la campaña autonómica de los jujeños. Campero además organizó una división en Jujuy, que actuó hasta la eventual derrota del gobernador La Torre.
Los conflictos internos no se limitaron a las provincias de Jujuy y Salta. El 22 de junio de 1834 estalló una revolución en Tucumán encabezada por elementos unitarios: los generales José Jerónimo Helguera y Javier López, y el doctor Angel López (sobrino del anterior). Esta tenía por fin derrocar el mandato federal de Alejandro Heredia. El general López había sido gobernador de Tucumán y deseaba derrocar a Heredia utilizando las amistades que poseía entre los unitarios salteños. No obstante, esta revolución logró ser sofocada por el gobernador tucumano. López huyó a Bolivia, desde donde meditó nuevos planes de invasión armada a Tucumán, previo paso por Salta y Jujuy, también amparados por el régimen boliviano.
Por otra parte, la constitución de la provincia de Jujuy como independiente de la de Salta y el nombramiento del coronel español José María Fascio como su primer gobernador el 18 de noviembre de 1834 encontró al salteño La Torre en una posición muy incómoda: venía de sofocar una revuelta en su propia provincia, debía enfrentar un inminente choque contra Alejandro Heredia y tenía serios conflictos con los gobiernos de Santiago del Estero y Catamarca. El gobernador jujeño Fascio recibió una lluvia de acusaciones federales acerca de su conexión con los emigrados unitarios y el régimen boliviano . A su vez, el salteño La Torre decidió no dar importancia a la proclamación de independencia de los jujeños, a fin de obtener su apoyo militar. Pero como la secesión de Jujuy recibió el respaldo de Tucumán, de Santiago del Estero, y aun de los unitarios salteños, el flamante gobernador Fascio desterró las esperanzas de su vecino salteño diciéndole el 25 de noviembre de 1834 que "Jujuy era libre y no súbdita; que como libre no tenía compromisos y no eran tan candorosos los jujeños para armar el brazo de sus propios enemigos" .
Derrocamiento de de La Torre
Los días del gobernador La Torre estaban contados. El 2 de diciembre la Legislatura de Salta dictó una ley reconociendo la autonomía jujeña y La Torre comunicó este acto al gobernador Fascio. Pero Jujuy, respaldada por sus provincias vecinas, no se echó atrás y cooperó con la caída de de la Torre.
El 10 de diciembre los salteños mismos derrocaron a éste y nombraron a José María Saravia gobernador provisorio. A la vez, el 16 de diciembre Facundo Quiroga era nombrado representante del gobernador de Buenos Aires Manuel Vicente Maza, con la aquiescencia de Juan Manuel de Rosas, para la solución de las desavenencias entre Tucumán y Salta, lo que considerando la buena relación del riojano con Heredia no constituía un buen augurio para La Torre.
Batalla de Castañares
El 13 de diciembre de 1834 se produce la Batall de Castañares en donde las fuerzas de de la Torre fueron atacadas simultáneamente desde dos direcciones opuestas. Desde Tucumán avanzaron las fuerzas que conducía Alejandro Heredia, y desde Jujuy las que estaban a las órdenes del boliviano teniente coronel Campero, que había conseguido elevar sus efectivos gracias a la incorporación de muchos voluntarios jujeños. Los nuevos gobernadores de Jujuy y Salta, Fascio y Saravia, aliados a las fuerzas de los hermanos Alejandro y Felipe Heredia de Tucumán, derrotaron a La Torre el 13 de diciembre de 1834 en la batalla de Castañares. Dos días después Saravia era reemplazado por José Antonino Fernández Cornejo, quien no quedó al margen de sospecha por los asesinatos de de la Torre y José Manuel Aguilar cometidos el día 29 por la tropa encargada de su custodia.
Consecuencias después de la batalla de Castañares:
El involucramiento boliviano se vio notablemente favorecido por el precario equilibrio interprovincial en el noroeste de la Confederación Argentina. La victoria de las fuerzas coaligadas salteñas, jujeñas y tucumanas sobre Pablo de la Torre tuvo por lo menos dos consecuencias visibles. La primera fue la celebración en la ciudad de Santiago del Estero de un tratado de amistad entre las provincias de Tucumán, Santiago del Estero y Salta el 6 de febrero de 1835, que fue gestado por Quiroga, y sobre el cuál vale apuntar algunos datos interesantes:
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la política de Heredia en el noroeste no fue compartida por todos los caudillos provinciales. El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, en carta dirigida a su colega de Santiago del Estero, Felipe Ibarra, se pronunció contra ambas la separación de Jujuy y el tratado del 6 de febrero de 1835, que en su opinión violaba el Pacto Federal del 4 de enero de 1831. Más aún, este tratado de paz, amistad y alianza fue rechazado por el propio Rosas, que alegó que constituía un "error de hecho y de derecho", que violaba el Pacto Federal, y que por lo demás no aceptaba la inclusión en este acuerdo del "intruso y unitario" gobernador de Salta, coronel Fernández Cornejo. En su respuesta del 28 de marzo de 1835 a una carta del gobernador santiagueño Felipe Ibarra, Rosas informaba que:
al recibir el gobierno de Buenos Aires el aviso oficial del asesinato del gobernador de La Rioja Facundo Quiroga , mandó suspender la marcha del correo que hacía la carrera hasta Salta, cuyo gobierno consideraba ser hechura de la facción unitaria que no dejaría piedra por mover hasta acabar con todos los federales. No aprobaba el tratado celebrado por Heredia, Ibarra y el intruso Cornejo, cuyo paso impremeditado abría la más espantosa brecha a la causa nacional de la seudofederación, que legalizaba la conducta de los asesinos de La Torre y que altamente sancionaba el principio de que los denominados unitarios podían impunemente acabar con los más ilustres federales, y sobre sus cadáveres erigirse en árbitros y señores de toda la República. Que las diferencias entre La Torre y Heredia no eran de provincia a provincia, sino de persona a persona. Que el gobierno de Buenos Aires ni el de Santa Fe no reconocerán al intruso de Salta ni la emanación de Jujuy, y que probablemente (o mejor dicho seguramente) lo mismo harían los demás de la Confederación. Y en cuanto a la ciudad y distrito de Jujuy, no podía considerarle provincia separada e independiente de la de Salta de derecho y con justo título, aun cuando la reconociera bajo ese carácter cada una de las provincias separadamente, sin que procediese para ello el convenio de todas entre sí .
Vale aclarar que Rosas sospechaba del gobernador salteño Fernández Cornejo desde que el ministro de gobierno de Santiago del Estero, Adeodato de Gondra, en carta al entonces gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza, afirmara que el gobernador de Salta y el de Jujuy eran unitarios. Esta acusación de Gondra, sumada a la sospecha de su involucramiento en la muerte de de la Torre, motivó que Fernández Cornejo no fuera reconocido ni por Rosas desde Buenos Aires ni por Estanislao López desde Santa Fe. Presionados por Rosas, los gobiernos federales de Tucumán y Santiago del Estero harían sentir sus reclamos sobre los de Salta y Jujuy, sospechosos de estar en contacto con el régimen boliviano y de ser excesivamente permisivos con las correrías de los emigrados unitarios en sus territorios.
La prioridad asignada por los gobiernos de Buenos Aires y Santa Fe al problema de los emigrados en Bolivia, y la habilidad de Heredia presentando a éstos como vinculados a planes expansionistas de Santa Cruz que contaban con el respaldo de los gobiernos de Salta y Jujuy disiparon las sospechas que a la vez desde el Litoral recaían sobre el gobierno tucumano. Gracias a ello y al asesinato de Facundo Quiroga en la localidad de Barranca Yaco ocurrido el 16 de febrero de 1835, Heredia consiguió suceder a aquél como la mano derecha de Rosas en el noroeste.
La segunda consecuencia evidente de la batalla de Castañares fue que el gobernador jujeño José María Fascio se convirtió en el árbitro de los destinos de Salta. No obstante, Fascio demostró tener poco tacto político. Olvidándose del escaso peso real de su provincia en el equilibrio de poder norteño, excedió los límites de su misión auxiliadora de los unitarios salteños y afectó los derechos de éstos al hacerse nombrar gobernador de armas, entrar con su ejército en Salta e imponer contribuciones forzosas a los salteños. La actitud de Fascio también irritó a los propios jujeños, que habían declarado su autonomía pero anhelaban vivir en paz con las provincias vecinas y especialmente con Salta. El gobernador delegado en Jujuy, Roque Alvarado, reprobó las medidas adoptadas por Fascio en Salta. Si bien Fascio renunció y fue reemplazado en la gobernación en marzo de 1835 por el coronel y diputado Fermín de la Quintana, pronto el gobierno jujeño comenzó a sentir las presiones del tucumano Heredia, quien le imputaría a Quintana absoluta negligencia en sus funciones de gobierno al no haber impedido la entrada del general Javier López a la Confederación Argentina.
La Política de Heredia
Heredia deseaba controlar el noroeste de la Confederación Argentina en clave federal. A su vez, a pesar de su simpatía unitaria, Quintana debía aparentar una tendencia federal, ya que se encontraba rodeado de provincias con gobiernos federales, y estaba acorralado entre las ambiciones de Heredia y el ascendente poder del boliviano Santa Cruz. Por cierto, el noroeste era un polvorín que podía estallar en cualquier momento. Heredia desconfiaba o pretendía desconfiar tanto de Jujuy como de Salta, escenarios de las correrías de los emigrados antirrosistas respaldados por el gobierno boliviano. Más aún, a partir de 1835 Heredia sumó a Catamarca a la lista de sus desconfianzas y lanzó la sospecha de una combinación entre las autoridades bolivianas, los emigrados de la Confederación Argentina y los jefes militares catamarqueños, entre ellos el comandante general Felipe Figueroa.
Esta sospecha de Heredia tuvo su confirmación durante los meses de junio y julio, con los avisos de los gobernadores de Salta y Jujuy acerca de los preparativos en Tupiza del general Javier López (que como sabemos ya había sido derrotado en 1834), de su avance hacia Tucumán con 25 o 30 bolivianos armados, y de la incorporación a su banda de las fuerzas catamarqueñas conducidas por los hermanos Juan y Celestino Balmaceda. López había sido asistido por el gobierno boliviano, que le había permitido permanecer en su territorio, buscar armas y enrolar compañeros de causa. Varios gobiernos argentinos protestaron por el respaldo de Bolivia al general López, pero el presidente Santa Cruz les hizo caso omiso. Para sofocar la amenaza de López y sus fuerzas coaligadas, Alejandro Heredia envió a su hermano Felipe como jefe del ejército de operaciones a atacar territorio catamarqueño, logrando la elección de un nuevo gobierno en esa provincia, que se comprometió a tomar medidas para evitar nuevas incursiones como la de López contra Tucumán. No obstante, el nuevo gobierno catamarqueño no logró inspirar la confianza de los hermanos Felipe y Alejandro Heredia.
En realidad, las sospechas de Heredia eran inagotables. Ante el avance de López y consciente de la celosa vigilancia de los otros gobernadores norteños, el gobernador salteño Fernández Cornejo quiso dar muestras de su vocación federal y de su fidelidad al tratado de paz, amistad y alianza firmado con las provincias de Tucumán y Santiago del Estero en febrero de 1835, y salió para Chicoana el 23 de julio con el objeto de contener la marcha de López. Pero a los ojos del tucumano Heredia, expediciones como la de López constituían pruebas de la complicidad jujeña y salteña con el gobierno de Santa Cruz y con los emigrados antirrosistas. A pesar de los esfuerzos de Fernández Cornejo, la ciudad de Salta fue acusada por los federales de ser foco de las conspiraciones unitarias. A la vez, el 26 de julio de 1835 la Legislatura tucumana dictaba una ley declarando proscripto a López y condenándolo a la pena capital si pisaba suelo tucumano.
Mientras Heredia iniciaba la campaña sobre Catamarca, apostó en la frontera norte un cordón de fuerzas sobre la línea divisoria de Salta con la firme resolución de llevar también la guerra hasta el centro mismo de ella si tomaba vuelo la reacción de unitarios (8). Los gobernadores de Salta y Jujuy mantuvieron informado a Heredia de los movimientos de sus enemigos, pero la topografía de la frontera con Bolivia no siempre posibilitaba una buena vigilancia. El 30 de julio de 1835, el gobernador tucumano acusó a su colega jujeño coronel Fermín de la Quintana de descuidar intencionalmente el avance de Javier López por la Puna, y le advirtió que con este paso ha puesto el último sello a las fundadas sospechas de las demás provincias federales contra su gobierno; y cuando el que escribe trabajaba sin cesar para disiparlas se ha presentado este suceso que le quitaba toda esperanza de conseguir su objeto .
Detonante de la ruptura entre Tucumán y Salta fue asimismo la liberación del coronel tucumano Segundo Roca. Este había sido apresado por las autoridades salteñas y remitido a las jujeñas, las que a su vez lo mandaron a Bolivia, donde fue dejado en libertad para entrar nuevamente en contacto con López a fin de intentar derrocar a Heredia. Enfurecido por las correrías de López (que había llegado cerca de Tucumán) y de Roca, el gobernador Heredia ordenó el 13 de agosto de 1835 la suspensión de viajes de carretas a Salta y toda comunicación excepto en la frontera del Rosario, donde contaba con aliados. Poco después, instado por Rosas , Heredia depuso a Fernández Cornejo del gobierno de Salta y lo reemplazó por su propio hermano, el general Felipe Heredia. Como sostiene Norma Pavoni, el disgusto de Heredia con el gobierno salteño respondía a realidades: López reclutó gente y se organizó militarmente en territorio salteño. En agosto de 1835, y debido a un abortado acuerdo con Roca, López regresó a Tupiza .
Por su parte el gobernador unitario de Jujuy, Fermín de la Quintana, pronto sufrió los efectos de la presión combinada de los federales de Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Jujuy, quienes instaron al coronel de la independencia Eustaquio Medina, comandante del departamento de Río Negro, para que llevara a cabo una revolución armada. Medina logró derribar al gobernador jujeño el 23 de noviembre de 1835 y se colocó a sí mismo en su reemplazo. Pero los unitarios vencidos no bajaron los brazos, y al mando del teniente coronel Miguel Puch (ex diputado de la Sala de Representantes de Jujuy) lograron derrocar a Medina del gobierno jujeño y restituir en él a Quintana en enero de 1836.
A fines del siglo XIX el Ejército Argentino lanzó una ofensiva militar a fin de someter y dominar a las poblaciones de tobas, wichis y chiriguanos que habitaban en La Banda Grande (el Chaco). Como resultado de la misma toda la región chaqueña fue puesta bajo la órbita del Estado Nacional, posteriormente la Provincia se ensanchó hacia el Este. Pero en la ofensiva también fueron muertos millares de indígenas y las tribus sobrevivientes perdieron sus tierras.
Por el tratado del 10 de mayo de 1889 con Bolivia, Argentina renunciaba a su reclamo sobre Tarija y Bolivia, en compensación, cedía la Puna de Atacama —territorio que, por otra parte, había sido incorporado a Salta ya en 1818 por Martín Miguel de Güemes—, que se encontraba en poder de Chile luego de la Guerra del Pacífico (1879-1880). Esta maniobra boliviana le otorgaba a la Argentina un territorio que formó parte del Virreinato del Río de la Plata, pero que de hecho estaba en manos de Chile, buscando forzar una guerra entre Chile y Argentina. Como Chile se negara a entregar los territorios cedidos por Bolivia, se decidió someter la cuestión al arbitraje del diplomático estadounidense William Buchanan, quien en 1899 otorgó a la Argentina el 75% del territorio en disputa y el resto a Chile. Por la Ley N° 3.906 del 9 de enero de 1900 se organizó el Territorio de Los Andes. Por decreto del 12 de mayo de 1900, el Poder Ejecutivo Nacional dividió al Territorio de Los Andes en tres departamentos administrativos: el de "Susques o del Norte", que limitaba al Este con la Provincia de Jujuy, cuya cabecera sería el poblado de Susques; el departamento de "Pastos Grandes o del Centro", lindante con la Provincia de Salta y el departamento de "Antofagasta de la Sierra o del Sur", confinando por la Provincia de Catamarca.
Siglo XX
La Provincia de Salta cedió el pequeño departamento de San Antonio de los Cobres (aproximadamente 5.500 km²) por Ley N° 4.059 de 1902 para ser la capital del territorio, formándose con ella un cuarto departamento en el Territorio de los Andes. En 1925 la cuña de Yacuiba fue cedida a Bolivia a pesar de estar al sur del paralelo 22 que porta el límite internacional acordado, esto se debió a que Bolivia necesitaba conservar una población en la disputada con el Paraguay área del Chaco.
En 1943 el Gobierno Nacional derogó la existencia de la Gobernación de Los Andes, reintegrando San Antonio de Los Cobres a Salta y junto con éste todo el departamento de Pastos Grandes que correspondía al área central de la extinta gobernación, con ambos departamentos fusionados el estado salteño constituyó el actual Departamento Los Andes (Susques pasó a jurisdicción de Jujuy y Antofagasta de la Sierra a Catamarca). Salta, al igual que el resto del país, soportó la dictadura militar (1976-1983) y la violencia política que le precedió. Desaparecieron o fueron asesinados unos 300 salteños, entre ellos el exgobernador Miguel Ragone.
El 18 de diciembre de 1979, los gobernadores militares de Salta y de Santiago del Estero, firmaron un Convenio de Límites Interprovinciales en la ciudad de Rosario de la Frontera. Mediante este convenio, que fue aprobado en Salta por la ley provincial N° 5.532, se delimitó completamente la frontera entre ambas provincias. Posteriormente, el gobierno nacional promulgó el decreto-ley N° 22.347 del 2 de diciembre de 1980 aprobando el convenio. A partir de la reinstauración de la democracia (1983) la provincia ha disfrutado de cierta calma política, mientras provincias vecinas como Tucumán o Catamarca han sufrido constantes y repentinos cambios de gobierno. Los plazos constitucionales se han cumplido y cada cuatro años se renueva la administración.