Frecuentemente se identifica el término paisaje con un elemento de carácter meramente estético o visual. Sin embargo la ciencia cada vez muestra una mayor preocupación por abordar y analizar sistemáticamente el paisaje. En principio depurándolo de condicionantes estéticas para recuperar después el interés por las impresiones emocionales que éste suscita, lo que no deja de ser problemático para la metodología científica.
Este acercamiento está muy relacionado con el interés creciente por desarrollar estudios integrales de las áreas naturales, cuya expresión exterior es el paisaje, o al menos los elementos más evidentes y fácilmente perceptibles de éste, el llamado fenosistema (González Bernáldez, 1981).
El estudio del paisaje va, por lo tanto, muy ligado al de las áreas naturales, y por supuesto al de su evolución y transformación, bien como consecuencia de procesos naturales o como resultado de la intervención humana sobre ellos.
La consideración del paisaje como un recurso natural y su valoración como tal está muy relacionada con la progresiva importancia que se da a la conservación de espacios naturales, con dos modalidades principalmente:
Espacios con alto grado de naturalización en los que la antropización, y por lo tanto las huellas de ésta en el paisaje, es escasa.
Espacios en los que la integración de actividades humanas en el medio ha dado como resultado un espacio antropizado, pero con sistemas sostenibles de explotación, en los que el paisaje suele estar compuesto por un mosaico complejo de elementos naturales y antrópicos entre los que se establecen intensas relaciones.
Sin embargo, el concepto de paisaje como recurso natural no debe limitarse exclusivamente a estos dos tipos de espacios, que por supuesto cuentan con una serie de valores naturales y paisajísticos muy especial, sino que debe aplicarse también a los espacios más humanizados, incluso a aquellos que lo están en su grado máximo (las ciudades), pues además de que en todos ellos es posible encontrar elementos naturales en mayor o menor medida, la percepción del entorno tiene un importante papel en el bienestar humano y en la calidad de vida.
La biosfera del planeta no presenta las mismas características a lo largo de toda su extensión. El clima, los accidentes geográficos, la luz, los colores, el agua, el suelo... son factores que se condicionan entre sí para dar lugar a la gran variedad de paisajes existentes, todos y cada uno de ellos adaptados a las condiciones de cada zona. El clima polar y las nieves perpetuas dan como resultado un tipo de paisaje distinto del que se forma con el calor tropical y las lluvias frecuentes.
Por tanto, los seres vivos que en ellos conviven y las relaciones que entre ellos se establecen también serán distintas.
Por otra parte, teniendo en cuenta el grado de intervención del ser humano en el paisaje podemos hacer dos distinciones: el paisaje natural, que está moldeado por la propia naturaleza y no existe ninguna huella de la actividad humana. El paisaje antrópico, donde la huella de la actuación humana es evidente.
El concepto "paisaje" ha evolucionado mucho a lo largo de la historia. En un principio estaba muy relacionado con expresiones artísticas, para unirse en el siglo XIX al interés despertado por las áreas naturales y su estudio integral. Según González Bernáldez (1981) en nuestros días hay dos tipos de acepciones del término:
En ambos casos se considera la imagen en su conjunto o a través de sus elementos. Los componentes del paisaje se caracterizan por ser claramente manifiestos, fácilmente observables, apareciendo así una de las características definitorias del paisaje: su perceptibilidad, no sólo visual, sino multisensorial. Así Díaz Pineda (1973) define el paisaje como "percepción plurisensorial de un sistema de relaciones ecológicas".
El segundo tipo de acepción del término implica una consideración global e interrelacionada de todos los elementos, tanto naturales como antrópicos, que constituyen el paisaje. Es la llamada "teoría del paisaje integrado", perspectiva desde la que aparecen definiciones como:
Así quedan recogidos los que, a nuestro modo de ver, son rasgos característicos y definitorios del concepto "paisaje":
1 El componente geomorfológico del paisaje.
Formado por el relieve, el tipo de suelo y el elemento hidrológico.
2 El componente climático del paisaje.
Engloba los vientos dominantes, nieblas matinales, btrtirná nieve, etc.
3 El componente biótico del paisaje.
Se refiere a la distribución y la densidad de la vegetación.
4 El componente antrópico del paisaje.
Son las estructuras del paisaje debidas a la acción humana, como presas, carreteras, tendidos eléctricos, asentamientos rurales y urbanos, industrias y explotaciones agrícolas y ganaderas.
5 Paisaje completo.
La superposición de los componentes geomorfológico, climático, biótico y antrópico da lugar al paisaje.
El paisaje está en permanente evolución como consecuencia de:
Hemos de considerar que el hombre es un elemento más de la naturaleza, unido a ella por vínculos de interdependencia, por o que es parte integrante de los ecosistemas. Su papel en ellos es muy activo, especialmente en los últimos siglos, en los que la tecnología desarrollada permite unas intervenciones sobre el medio imposibles anteriormente, lo que ha aumentado y acelerado los procesos de transformación antrópica de éste, y por lo tanto la evolución de los paisajes.
Cada uno de los medios citados (biótico, abiótico y antrópico) va a tener diferente peso específico en cada unidad de paisaje, estableciéndose entre ellos una serie de relaciones e interdependencias que dan unidad al conjunto y determinan su evolución. Las dinámicas evolutivas de los procesos indicados se desarrollan según escalas temporales muy diferentes. Hay dinámicas de ciclo corto:
Las dinámicas de ciclo largo en muchas ocasiones tienden a restaurar el equilibrio perdido como consecuencia de una dinámica de ciclo corto o de una intervención humana. Son, por lo tanto procesos autoorganizativos que tienden a llevar el conjunto hacia estadios más estables:
Las intervenciones antrópicas suelen causar modificaciones de ciclo corto: una tala, una roturación, cambios en la utilización del suelo, incendios provocados, instalación de infraestructuras de comunicación, etc. Estas modificaciones rápidas desatan procesos de adaptación y reorganización del medio natural, tanto biótico como abiótico, en la mayor parte de los casos de ciclo largo: recolonización vegetal en zonas quemadas o taladas, progresiva invasión de las infraestructuras por la vegetación y materiales depositados, estabilización de taludes, etc.
Los procesos, tanto de ciclo largo, como corto, de los medios abiótico, biótico y las intervenciones antrópicas, interrelacionan fuertemente entre sí. Así, por ejemplo, un desprendimiento de ladera (proceso de ciclo corto del medio abiótico) puede provocar una destrucción de la cubierta vegetal (ciclo corto del medio biótico) y desatar los procesos de colonización (ciclo largo del medio abiótico). Un incendio provocado (intervención antrópica de ciclo corto) provocará una serie de procesos erosivos y de pérdida de suelo (medio abiótico, ciclo largo) que a su vez influirán sobre la rapidez y eficacia de la revegetación natural (medio biótico, ciclo largo) que dará comienzo tras él.
El paisaje es, en definitiva, algo vivo que evoluciona temporalmente como consecuencia de unos procesos naturales y unas intervenciones antrópicas o por el cese de éstas, como ha ocurrido en los últimos años en amplias zonas de media montaña o comarcas deprimidas. Por ello, no ha de considerarse un fenómeno estático susceptible de ser encerrado en una imagen momentánea, sino como algo en permanente evolución, lo que se ha definido como "metabolismo del paisaje".
El concepto de calidad de un paisaje está relacionado con la mayor o menor presencia de valores estéticos, lo que está sometido a una fuerte subjetividad. No obstante, se han realizado esquemas sistemáticos para evaluar la calidad de un paisaje, entre ellos podemos mencionar el realizado por M. Escribano y col. (1987). Según propone, la valoración estética de un paisaje incluye la valoración de tres elementos de percepción:
La calidad que aporta la presencia de los elementos señalados puede verse mermada por la presencia de elementos negativos que indican degradación, tales como superficies quemadas, zonas fuertemente erosionadas, ríos o lagos sucios, o por la presencia de infraestructuras de impacto visual negativo, tales como urbanizaciones, graveras, minas a cielo abierto, tendidos eléctricos, arrastres de esquí, etc.
La mencionada sistematización para evaluar la calidad de un paisaje puede ser útil para establecer comparaciones, pero nunca para llegar a conclusiones cerradas o definitivas, pues la subjetividad y las vivencias personales determinan en buena medida las preferencias personales.
En la relación que un individuo establece con el paisaje, se ponen en marcha dos tipos de actividades mentales (Corraliza, 1993):
La actitud predictiva o de exploración también se relaciona con otras propiedades que indican en qué grado se adecua el paisaje a ciertas expectativas del sujeto, tales como paisajes naturales o saludables, posibilidades de refugio, etc. Para determinar cuales son las principales preferencias respecto al paisaje se han hecho numerosos estudios, bien sobre el terreno o sobre fotografías, aunque éstas siempre dan una visión parcial y sensitivamente limitada de los paisajes. Entre ellos podemos destacar los análisis de Cinton (en Bolós 1992), quien determinó que la calidad del paisaje se determinaba principalmente por morfología y usos del suelo, y que las montañas resultaban más atractivas que las mesetas, y éstas que las tierras bajas.
En España González Bernáldez (1981) determinó que las preferencias en las escenas naturales se determinaban principalmente por los siguientes parámetros:
No obstante, hemos de tener en cuenta que las preferencias están siempre determinadas por el fuerte grado de subjetividad del observador y que éstas, por muy extendidas que estén, no tienen por qué coincidir con la valoración intrínseca de un paisaje como recurso natural, y por lo tanto con la necesidad de su conservación. Así, por ejemplo, paisajes áridos de zonas esteparias o rocosos y con formas angulosas de alta montaña, puede tener un alto valor por su especificidad, presencia de endemismos, fragilidad, etc. y sin embargo quedar muy lejos de las preferencias mayoritarias.
Todo paisaje está dominado por tres tipos de elementos: abióticos, bióticos y antrópicos. La proporción entre ellos es muy diversa. Estos tres elementos se interrelacionan, de forma que la modificación de uno afecta al resto.
El paisaje evoluciona con el tiempo, por lo que su clasificación puede ser válida para un tiempo, pero no de forma permanente. Los paisajes quedarían clasificados en:
Un cambio brusco en la clasificación de un paisaje puede ocasionarse como consecuencia de:
No siempre una intervención del paisaje supone una contaminación. El término contaminación se reserva para intervenciones profundas y rápidas que provoquen un impacto visual grave y una evidente pérdida de calidad de los paisajes. En general la contaminación se caracteriza por primar la presencia de elementos antrópicos en detrimento de los bióticos o abióticos, aunque también puede significar la introducción de elementos bióticos extraños (repoblaciones con especies exóticas) o la eliminación de elementos abióticos singulares.
Elementos espaciales de un paisaje
Escala:
Tamaño o extensión de un elemento integrante en el paisaje en relación a los elementos que lo rodean.
Configuración Espacial:
Característica visual compleja que engloba el conjunto de cualidades del paisaje, determinado por la organización tridimensional de los objetos y los espacios libres o vacíos de la escena. Así definimos paisajes panorámicos, cerrados, focalizados, centrados… La posición espacial de los elementos del paisaje viene determinada por su posición topográfica (en fondo de valle, en llano, en media ladera…) y por el fondo escénico (contra el cielo, agua, terreno…).
Impacto paisajístico:
Alteración estructural o funcional en uno, varios o todos los componentes naturales y elementos visuales del paisaje como consecuencia de las actividades humanas.
Impacto en el paisaje.
Antes de la realización de un proyecto es necesario conocer el impacto paisajístico que se producirá, para minimizarlo.
Ante el impacto en el paisaje una vez realizada una obra , se pueden llevar a cabo medidas correctivas:
Para realizar la evaluación de un paisaje se puede utilizar la siguiente tabla en la que se valoran de forma cualitativa los elementos del paisaje y el paisaje en su conjunto. La valoración puede hacerse con una escala nominal: bajo, medio o alto, o con una escala numérica: 1, 2 y 3.