Con anterioridad al 13000 a. C., los primeros grupos humanos, cazadores de los grandes animales del pleistoceno, ocuparon las regiones del Sur actualmente brasileño y el norte de la Provincia de Misiones. Desde allí, se dirigieron al sur por las márgenes del Paraná y el Uruguay, alcanzando, hace 7.000 años, la región meridional de Entre Ríos. Otros grupos ocuparon distintos ambientes del litoral y desarrollaron una economía con recursos más variados.
Hacia el 5000 a. C., llegaron más grupos de cazadores-pescadores que establecieron sus campamentos en los terrenos sobreelevados de las márgenes del río Uruguay y, en Salto Grande dejaron pinturas rupestres de cierta complejidad, con dibujos geométricos. Otros cazadores, desde el 5000 a. C., pertenecientes a la industria altoparanaense, con origen en Paraguay y en Río Grande del Sur, se adaptaron a la selva misionera y permanecieron allí hasta la llegada de los guaraníes en el 1000 d. C. Con huesos y cuernos de animales elaboraron utensilios y adornos corporales.
En el 1500 a. C., se hicieron presentes en la llanura mesopotámica los cazadores de asnos que se adaptaron al medio rico en fauna terrestre y fluvial. Lograron una mayor diversificación de sus posibilidades y un gran equilibrio en la obtención de recursos. De estos, surgieron los etnohistóricos charrúas, quienes en la época de la conquista, ocupaban la Banda Oriental.
Finalmente a partir del 500 d. C., aumentó el cauce de los ríos, aparecieron los pueblos canoeros, quienes los usaron como vía de comunicación y aprovechamiento de la llanura ribereña. Navegaron los cursos del Paraná y del Paraguay y mantuvieron vinculación con el ambiente isleño y con las costas. Pescadores y cazadores, se los conoce como cultura de Goya Malabrigo o ribereños plásticos, se asentaron sobre las elevaciones naturales de la región, tallaban valvas de moluscos, elaboraban cerámica y practicaban ceremonias funerarias complejas. Eran de físico corpulento, semisedentarios, cazadores, recolectores y básicamente pescadores. Fueron antecesores de los chaná-timbúes, que jalonaban el Paraná desde Misiones hasta Entre Ríos, cuando llegaron los españoles.
Como en la región pampeana y patagónica, los originarios del Litoral argentino y del Noreste argentino tuvieron sus modos de producción casi exclusivamente basados en la caza y la recolección, vivían en una zona naturalmente selvática de grandes sistemas hídricos formados por el río Paraná, el río Paraguay, el río Uruguay, el río Salado del Norte, el río Bermejo y el río Pilcomayo que posibilitaban relativamente fáciles flujos culturales pero así también una fuerte inestabilidad política debido a que los mismos cursos de aguas se transformaban en fáciles rutas de invasiones.
La naturaleza del territorio al ser pródiga en pesca, caza y frutos hizo que resultara mucho más económico un modo de vida cazador recolector que la agricultura o la ganadería, por otra parte, el clima muchas veces húmedo no facilitaba una incipiente agricultura ni menos una ganadería.
Habitaron lo que puede llamarse «zona de expansión guaraní», aunque no todos pertenecían a esta etnia ni usaban su lenguaje.
Las poblaciones del litoral primitivas fueron canoeros de origen mesolítico, procedentes de la Patagonia. Su migración tuvo lugar hacia el último milenio antes de Cristo. De esta etapa mesolítica hay rastros en el sector sur del Litoral, en los conchales del Delta, compuestos por valvas de moluscos bivalvos y restos antropológicos de bóveda craneana baja, leznas, puntas de arpón, etcétera. Por el río Paraná penetraban también lobos marinos, marsopas y delfines, que constituían un alimento bienvenido para esos grupos. A la primera migración patagónica se agregaron otras de cultura superior, que trajeron la cerámica. Los arawak o arahuacos corresponden a la cultura neolítica y es posible que recibieran influencias andinas; en el litoral también se establecieron grupos guaraníes, en el Delta y en la desembocadura del Carcarañá, y desde allí irradiaron su influencia poco tiempo antes de la llegada de los españoles.
Esta lámina fue incluida en la obra. Se cree que el artista (Delaunois) ha captado esta imagen en un corralón donde fueron exhibidos como animales para la sociedad parisina de la época.
Si bien el dibujo no transmite la fisonomía real que seguramente mostraba el grupo ya que se sabe que estaban en avanzado estado de desnutrición (la lámina los muestra robustos) y que las vestimentas seguramente no responden a las originarias de los Charrúas, el documento posee un alto valor histórico por constituir una de las últimas imágenes que se conocen de estos Charrúas. Los Charrúas que aparecen son: el cacique Vaimacá Perú, el curandero Senaqué, el joven guerrero Tacuabé y su compañera Guyunusa con quien este último tuvo una hija.
En la segunda fundación de Buenos Aires, Juan de Garay dio en encomienda indios mbeguaes a vecinos de Buenos Aires. Se mencionan así veinte encomiendas de ese origen, que se agregaron a la población mestiza y acabaron por extinguirse. La parte de los mbeguaes que permaneció en las tierras anegadizas de Entre Ríos, subsistió, con el nombre de machados, hasta el siglo XVIII.
La parcialidad del cacique Quendiopen, a quien los guaraníes apodaron Tubichamini, se mantuvo por algún tiempo en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, en una reducción que llevó su apodo como nombre. Otra reducción de indios mbeguaes, sobre el río Arrecifes, al norte de Buenos Aires, desapareció muy pronto.
En la repartición hecha por Garay en 1582 figuran también indios chanaes con doce caciques, y sus respectivos grupos; en 1673 todavía existían siete encomiendas de ese origen. Con los chanaes se formaron en 1616 las reducciones de Santiago de Baradero, pero en 1776 ya no existían. En 1624 se creó la de Santo Domingo Soriano, en la Banda Oriental, con indios llevados de Baradero, a la cual se le agregaron grupos charrúas cuando fue trasladada.
De principios del siglo xviii es la reducción de San Bartolomé de los Chanaes, en la de-sembocadura del Carcarañá; en 1621 contaba con 321 individuos, pero a mediados del siglo xviii había desaparecido. Hernandarias fundó, en 1616, San Miguel de Calchines, pueblo que subsiste en el noroeste de la actual Santa Fe. En esa misma época se fundó San Lorenzo de los Mocoretas, pero en 1631 habían muerto o desaparecido todos sus componentes. Los mepenes se fusionaron con los guaycurúes y es posible que constituyeran una de sus fracciones.
Monumento declarado Monumento Histórico Nacional, fue realizado por Edmundo Pratti, Gervasio Furest Muñoz y Enrique Lussich e inaugurado en 1938, fue ubicado en el Prado homenajea a la raza charrúa representada por el cacique Vaimaca, Tacuabé, Senaqué y Guyunusa.
Estos indígenas constituían tres grupos étnicos de una misma familia lingüística: los charrúas propiamente dichos, los güenoas, los minuanes, los bohanes y los yaros. Los chanaes y mbeguaes integraban otra formación étnica, la del litoral paranaense, aunque se les puede incluir entre los charrúas. Los güenoas y minuanes no eran entidades distintas, sino un solo grupo. Así, pues, los charrúas se reducían a tres grupos: charrúas, minuanes y bohanes. Los otros gentilicios era subdividiones de estos tres núcleos.
El territorio de los charrúas coincide, en líneas generales, con la Banda Oriental, la actual República del Uruguay, prolongándose por el norte hasta aproximadamente el río Ibicuy, por lo menos hasta la llegada de los españoles, pues esa área se ensanchó, a partir de la segunda mitad del siglo xvii, a la mayor parte de la provincia de Entre Ríos.
Características.
Integraban estos indios el tipo racial patagónico, de alta estatura, vigorosos, de fuerte complexión y escasa pilosidad. En el transcurso del tiempo se mezclaron con los guaraníes, los blancos y los negros.
La primera mención de la existencia de los charrúas se debe al navegante Diego García de Moguer, en 1526; también el navegante portugués Lopes de Souza, en 1531, en un viaje furtivo al Río de la Plata, entró en contacto con ellos, entre Maldonado y Colonia. En 1732 el municipio de Buenos Aires resolvió establecer un convenio de paz con los charrúas de la Banda Oriental para faenar allí, ya que los aucas pampeanos obstaculizaban esa tarea en la zona de sus irrupciones, de este lado del Plata.
En 1833 uno de los últimos grupos charrúas fue llevado a París para ser exhibido y todos sus componentes murieron por efecto del cambio de clima y de ambiente. El grupo estaba formado por tres hombres y una mujer. Un francés llamado Francois Curel se embarcó con ellos en el bergantín Phaetón, que salió de Montevideo el 25 de febrero de 1833, y llegó a Saint-Malo el 7 de mayo del mismo año. Los indios, que murieron en Francia víctimas de tuberculosis, se llamaban Vaimaca, Senaca, Tacuabé y su mujer Guyumusa. Los charrúas que no se diluyeron en el resto de la población por cruzamiento, fueron extinguiéndose en la lucha y en la resistencia contra el dominio de los blancos. En el el siglo XIX terminaron por desaparecer totalmente.
Guerrero charrúa, una de las dos estampas pintadas por Jean-Baptiste Debret en 1823.
Organización.
Los charrúas del primer período se dedicaban a la caza de venados y ñandúes, a pie, si se trataba de los primeros, y mediante redes que instalaban en algunos puntos, hacia donde obligaban a correr a los animales perseguidos, si se trataba de los segundos. En el litoral disponían de canoas y practicaban la pesca. Recolectaban también frutos silvestres, huevos de ñandú y cogollos de ceibo.
Utilizaban como armas las boleadoras, el arco, la flecha y la honda. El arco era corto y guardaban las flechas en carcajes de cuero. Cuando dispusieron del caballo, agregaron a sus armas la lanza de varios metros de largo; antes habían usado lanzas cortas y una especie de jabalina con puntas de piedra o de madera endurecida al fuego.
Se cubrían con el manto de pieles de los patagones, pero solamente lo llevaban en ciertas oportunidades o cuando hacía frío; eran los quiyapi o quillangos, con el pelo del manto hacia adentro y la superficie externa ornamentada con figuras geométricas. Cuando hacía calor o dejaban el manto, su única prenda era un delantal de piel o de algodón.
Cada toldería o parcialidad tenía un cacique, aunque éste no era sumisamente obedecido; en caso de guerra constituían una especie de consejo, que decidía lo que había que hacer.
Conocían una alfarería semicruda, de formas simples, sin asas, lisa o decorada únicamente con líneas punteadas.
Los jesuitas mantuvieron varias reducciones charrúas, entre otras la de Santo Domingo Soriano, que perduró dos siglos. En 1746 fundaron la de San Andrés, sobre el río Negro, para reducir a los guinuanes, pero resultó un fracaso en poco tiempo. En 1750 los vecinos de Santa Fe organizaron una batida contra los charrúas invasores de Entre Ríos y los dispersaron. Los que cayeron prisioneros fueron llevados a la otra banda del río Paraná y asentados sobre el arroyo Cayastá, un afluente del Salado; allí formaron los franciscanos la misión Concepción de los Charrúas, que poco después fue trasladada cerca del lugar en que estuvo situada la primera ciudad de Santa Fe.
De la lengua charrúa se sabe poco, a pesar de que se conocen algunas voces. Racial-mente eran patagónicos y tenían parentesco con los indios chaquenses y con los pampas primitivos. La mayor parte de los investigadores coinciden en señalar una vinculación étnica charrúa-patagónica.
Los charrúas sufrieron la influencia de los pueblos del litoral y, cuando adoptaron el caballo, sobre todo al penetrar en la Mesopotamia, intensificaron su dedicación al pillaje.
Debido precisamente a ese motivo, los blancos se defendieron, formando expediciones que partieron de Buenos Aires, Santa Fe y Montevideo, hasta la extinción total de este pueblo.
Varios pueblos vivían a ambas márgenes del Paraná a la llegada de los descubridores españoles. Los primeros que entraron en contacto con ellos fueron Diego García y Sebastián Caboto, en 1527 y 1528, respectivamente. En 1536 supo de ellos Pedro de Mendoza y en la segunda mitad del siglo xvi otros adelantados, especialmente Ortiz de Zárate. Los descubridores y conquistadores remontaban el curso del Paraná seducidos por leyendas fantásticas, primero, y luego para llegar hasta Asunción del Paraguay,
fundada por los hombres de la expedición de Pedro de Mendoza.
Los grupos indígenas hallados en el curso de esos viajes y contactos fueron los mepenes, mocoretaes, calchines, quiloazas, corondas, timbúes y carcaraes, chances y mbeguaes, querandíes y guaraníes.
Los querandíes, como se ha dicho, eran indios pampas, y ocupaban en sus correrías otros territorios; los guaraníes, el grupo más numeroso e importante, son además distintos étnica y lingüísticamente.