Aborígenes del monte argentino

En el territorio que ocupa la parte oriental y meridional del Chaco, en Formosa, norte de Santa Fe, nordeste de Santiago del Estero, y parte oriental de Salta, habitaron pueblos de origen patagónico. A estos grupos pertenecieron los abipones, los mbayaes, los payaguaes, los mocovíes, los tobas y los pilagaes. 

Los mbayaes y payaguaes desaparecieron hace tiempo; los últimos eran canoeros y habitaban más al norte del actual territorio argentino. Los abipones, que dieron tanto quehacer a los colonizadores españoles, también se extinguieron; en sus antiguos dominios sólo se encuentran unos pocos mocovíes y un número algo mayor de tobas y pilagás.


Modos de vida

Estos pueblos fueron cazadores y recolectores y finalmente practicaron de modo restringido el cultivo del suelo. La economía indígena se orientó hacia la recolección de los frutos silvestres que abundaban en el bosque chaquense. Los pilagaes recolectaban los frutos del algarrobo, el chañar, el mistol, la turca y el molle; higos de tuna, pequeños ananaes silvestres, porotos de monte, raíces, cogollos de palmera, etcétera.

La indumentaria antigua era el manto de pieles de los patagónidos; en tiempos de Dobrizhoffer lo usaban todavía hombres y mujeres abipones; las pieles eran cosidas unas con otras y pintadas con líneas rojas en la superficie exterior. Pero ya entonces llevaban vestimenta tejida de lana, cortada según el modelo de la indumentaria antigua; vinchas para sujetar el pelo, mocasines de cuero para los pies, etcétera.

Indigena Abipon

Dibujo de Paucke de una india con tocado para casamiento 

Abipones

Los abipones habrían tenido su hábitat en las riberas norteñas del Bermejo inferior; a comienzos del siglo XVIII, adoptaron el uso del caballo y se dedicaron a vivir de la depredación, atacando las estancias y ciudades de los españoles. En ese período los conoció Martín Dobrizhoffer, jesuita austríaco (1718-1791), que vivió entre ellos en 1750-1762 y en su obra De Abiponibus, publicada en 1784 en tres volúmenes, ofreció abundante información. Los abipones se subdividían en tres ramas: gente del campo, gente del bosque y gente del agua; es probable que estos últimos fuesen restos de los mepenes.

Los abipones fueron así descritos por Dobrizhoffer:

«Están físicamente bien formados y tienen rostros agraciados, muy parecidos en esto a los europeos (...). Son altos de talla, de suerte que podrían alistarse entre los mosqueteros austríacos (...). Tienen los ojos más bien pequeños y negros, pelo liso, la nariz en general aguileña».

Dobrizhoffer no encontró entre ellos deformaciones, jorobas, piernas torcidas o vientres enormes, labios peludos o pies deformes; tenían además una dentadura blanca que conservaban hasta su muerte.

Mocovies

Fotografía de mocovies perteneciente 1904 donde se produjo una rebelión en la reducción de los jesuitas ubicada en San Javier, liderada por Salvador López en reclamo de tierras colonizadas. Aunque fue caracterizada en su época como un "malón", 

Mocovíes

Aliados de los abipones en sus depredaciones y pillajes fueron los mocovíes, que originariamente vivían en las fronteras del antiguo Tucumán y, cuando adoptaron el caballo para su mayor movilidad, contribuyeron activamente a la destrucción de Concepción del Bermejo, y participaron en otros ataques a las ciudades de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba.

Alejados de esos centros de población por la expedición de Esteban de Urízar y Arespacochaga, en 1770, se dedicaron entonces a hostilizar a Santa Fe y las estancias de su jurisdicción.

Con los mocovíes convivió a mediados del siglo XVIII, el jesuita alemán Florián Paucke o Baucke 1719-1780, cuyo relato, traducido con el título de Hacia allá y hacia acá, refiere sus experiencias enriquecidas con apuntes plásticos sobre la vida y las costumbres de ese núcleo aborigen.

Tobas

Los tobas ocupaban originariamente el territorio de Formosa; después se replegaron a la parte oriental, pero extendiéndose simultáneamente hacia el norte y hacia el sur.

Adoptaron el uso del caballo en el siglo XVII y fueron en lo sucesivo nómadas montados, siempre dispuestos a atacar las poblaciones españolas y saquear sus establecimientos ganaderos.

Pero como su número era escaso y su importancia relativa, los daños ocasionados no fueron de tanta magnitud como los de otros grupos guaycurúes que operaban en zonas más pobladas.

Actualmente los tobas viven en el Chaco paraguayo y se les llama pequeños tobas; los del Chaco argentino son los grandes tobas, denominaciones guaraníticas. Subdivisiones de los tobas habrían sido los cocolotes y los aguilotes, grupos ya desaparecidos, a los que se refieren algunos documentos.

Matacos o Wichis

Los matacos vivían al oeste del Chaco y Formosa, y al este de Salta. Practicaban una agricultura muy primitiva, empleaban lanzas y macanas para la caza, construían viviendas circulares de ramas y paja, y tejían la lana y el algodón. A partir de la llegada de los españoles, su gran ocupación fue la guerra contra las poblaciones de colonos.

Idioma

La wichí es la lengua indígena de mayor vitalidad en Argentina y es llamado wichí lhamtés por sus hablantes. De acuerdo con Samuel Alejandro Lafone Quevedo (1896) y Viegas Barros (1993-1994) el idioma wichí formaría parte de un conjunto de lenguas chaquenses denominado mataco-guaicurú, dentro del cual conformaría la familia mataco-mataguaya o mataco-maká junto a los idiomas de los chorotes, makás y chulupíes. Los idiomas wichí y chorote comparten un 50% de su vocabulario básico, mientras que el wichí con el chulupí o nivaclé comparte un 33% y un 20% con el maká.

El primer alfabeto wichí -en caracteres latinos- fue creado por el misionero anglicano Richard Hunt. El idioma wichí no ha sido estudiado extensamente y los investigadores no se ponen de acuerdo en cuanto al número de dialectos. Antonio Tovar en 19849​ mencionó la existencias de 3 variedades dialectales principales:

  • Wichí lhamtés vejoz, llamado también mataco vejoz o vejós, hablado en la zona entre Tartagal y el río Bermejo en Salta y áreas vecinas de Chaco y Formosa. Corresponde a la parcialidad tahileley o montaraces;
  • Wichí lhamtés güisnay, llamado también wiznay, hablado en la ribera sur del río Pilcomayo en las provincias de Salta y Formosa. Corresponde a la parcialidad tewokleléy o gente del río;
  • Wichí lhamtés nocten, llamado también oktenai, corresponde a la parcialidad weenhayek y es hablado en la región boliviana de Yacuiba, Villa Montes y Crevaux, y en la zona de Tartagal en Salta.

El dialecto del Teuco fue señalado por Gerzenstein en 1991 para el área a la vera del río Bermejo o Teuco. La distinción principal se da entre los dialectos del Pilcomayo (güisnay o arribeño y nocten o abajeño) y los del Bermejo-Teuco (vejoz y del Teuco).

Sociedad

Exhibición de objetos wichís en la South American collection del American Museum of Natural History de Manhattan.

Ya en el siglo XVI los wichís adoptaron un sedentarismo casi completo, poseyendo paraderos y asentamientos en las orillas de los ríos. Formaron comunidades relacionadas por parentesco; cada una de éstas estaba administrada por un jefe anciano y un consejo comunitario de varones que gobernaba cada aldea (huef o huet). Varias comunidades o grupos parentales formaban parcialidades. Sus viviendas eran chozas (huep) construidas con ramas, teniendo forma de cúpula de 2 a 3 m de diámetro en cada una de las cuales convivían los integrantes de una familia. La familia era generalmente monógama aunque los caciques solían tener más de una mujer. Las familias se agrupaban en bandas u hordas de caza que aceptaban la autoridad de un cacique. Estas bandas, también llamadas tribus, variaban en cantidad de individuos y se desplazaban en busca de lugares con buena caza, pesca y frutos vegetales. Se instalaban por lo general en lugares altos y cerca de los ríos y lagunas.

Alimentación

El sustento principal de los wichis era la caza, la pesca y la recolección. Es así que mientras las mujeres se dedicaban al cultivo de pequeños zapallos, todos en cuanto les fuera posible se dedicaban a la recolección estacional de cocos de palmera (pindó, yatay y caranday), algarroba, porotos cimarrones, tuna, tasi y miel.

Los ciclos de obtención de recursos alimentarios significaron que organizaran su calendario de un modo circular: el inicio de año se celebraba ritualmente en el tiempo que corresponde al mes de agosto, desde ese inicio de año sucedía la estación llamada nawup ("luna de las flores"), luego le seguía desde noviembre la yachup ("luna de las algarrobas"), tras ésta a fines del verano austral venía la estación lup ("luna de las cosechas"), siguiéndole la fwiyeti(up) ("luna de las heladas").

Sus utensilios y artefactos eran principalmente de madera (por ejemplo los "palos de labranza" que mantenían alguna semejanza con las llakta de los pueblos ándidos), aunque realizaban obras de cestería, cerámica, piedra pulida y textiles como las yika o bolsas de caraguatá o chaguar muy usado para confeccionar sus elegantes morrales y bolsos llamados yiska.

Pilagaes

Los pilagaes son los únicos guaycurúes que conservan todavía en gran parte una cultura autóctona; habitan en la parte central de Formosa, sobre la margen derecha del Pilcomayo, en la zona anegadiza del estero Patiño.

Los españoles llamaron a estos aborígenes, en los primeros tiempos, frentones, por la costumbre que tenían muchos de ellos de raparse la parte anterior de la cabeza, dando así la impresión de tener una frente ancha. El nombre guaycurú es, en realidad, el de una subdivisión de los mbayaes, que vivían desde el siglo XVI frente a lo que es hoy Asunción del Paraguay. Más tarde se aplicó esta denominación a todos los grupos de esa familia.

Eran de estatura alta y complexión fuerte, un hermoso tipo humano, esbelto. Los frentones occidentales, que eran vecinos de los omaguacas, fueron descritos ya en 1583 por Pedro Sotelo Narváez, gobernador de Tucumán, como «gente más alta y desproporcionada» que los omaguacas, que eran andinos de talla más bien baja.

Alimentación

La pesca era tradicionalmente una actividad masculina desarrollada entre abril y junio o julio.

Un método consistía el la pesca con arpón, una vara larga de 5 metros, en cuyo extremo estaba atada una varilla sobre la que descansaba flojamente la punta del arpón, hecha del extremo agudo de un cuerpo de vacuno. Esta punta se hallaba sujeta a la mano del pescador por medio de una cuerda que corría a lo largo del palo. Una vez lanzado el artefacto contra la presa, el arpón penetraba en la carne del pez y se desprendía del palo. El pescador dejaba desenrollar la cuerda que tenía en la mano y luego atraía la presa con breves tirones.

También había pesca con redes: la red de “tijera”, con un armazón formado por dos palos atados en uno de sus extremos y la red de “bolsa”, montada sobre un armazón de dos varillas flexibles atadas en ambos extremos.