En Buenos Aires, el 24 de diciembre de 1929 un anarquista dispara contra el Presidente Hipólito Yrigoyen mientras se dirigía la Casa de Gobierno y es abatido por la custodia presidencial, sin que el magistrado sufra daño alguno.
El presidente vivía en una modesta casa de la calle Brasil 1039 donde, a las 11.30 de la mañana del 24 de diciembre de 1929, subió a un auto con su chofer habitual, Eudosio Giffi, para ir a la Casa Rosada. Junto a Yrigoyen se sentó su médico particular, el Dr. Osvaldo Meabe, y al lado del chofer se ubicó el subcomisario Alfredo Pizzia Bonelli, jefe de la custodia. Seguido por otro auto en el cual viajaba el personal policial de custodia, Giffi condujo por Brasil hasta cruzar la calle Bernardo de Irigoyen, donde estaba de facción el agente Carlos María Sicilia.
Al pasar frente al Hotel “Tigre”, Brasil 924, Buenos Aires, Argentina, un individuo salió del zaguán revólver en mano y disparó cinco tiros contra el automóvil. El chofer zigzagueó para no presentar blanco mientras el subcomisario Pizzia, herido en el abdomen, y los custodios, repelían el ataque. El agente Sicilia corrió al lugar y fue herido en una pierna, y el atacante resultó muerto de cinco balazos.
El sujeto fue identificado como Gualterio Marinelli, italiano, de 44 años, residente desde 1905 en el país y de profesión mecánico dental. La policía constató que integraba un grupo anarquista llamado “Nueva Era”, y que había practicado tiro al blanco con el revólver incautado, comprado 20 días antes. El proyectil extraído al subcomisario Pizzia y otro de la puerta del auto procedían de esa arma.
Gualterio o Antonio Marianelli, el autor del atentado que fue acribillado a balazos por la escolta del presidente, despues de haber hecho tres disparos contra el primer mandatario.
En el taller del mecánico dental, que éste había vendido dos semanas antes del hecho, depositando el dinero en un banco, se halló un testamento escrito de su puño y letra en el que dejaba cuanto poseía a su concubina “pues circunstancias de la vida pueden colocarme en situación de no volverla a ver”.
El juez que intervino en la causa pidió al Presidente un informe sobre lo ocurrido, e Yrigoyen, que había sido comisario desde 1872 a 1877, lo envió con muy clásico y preciso estilo policial. Pese al cúmulo de pruebas acerca de la culpabilidad de Marinelli en el atentado, su muerte abrió paso a muchas suposiciones que supo aprovechar la prensa opositora. Se insistió en que no era el autor del ataque sino un transeúnte casual al que la custodia del Presidente había acribillado en tanto el auténtico culpable huía.
En algunos periódicos se informó que, además de Marinelli, habían sido muertos dos custodios, lo cual no era exacto: el subcomisario Pizzia y el agente Sicilia, que no integraba la custodia presidencial, se recuperaron de sus heridas. Otra versión afirmaba que Marinelli intentaba acercarse al auto para entregar a Yrigoyen una carta del personal de un hospital en que estuviera internado, pidiendo una mejora salarial. La carta no se encontró y la dotación del hospital aseguró no haber confiado al ex paciente reclamo alguno.
Las dudas persistieron al punto de que un año después, ya depuesto el gobierno y bajo la presidencia de facto del general José Félix Uriburu, la Corporación de Protésicos Dentistas, a la que había pertenecido el mecánico dental ultimado, lo homenajeó colocando sobre su tumba una placa con la inscripción “ A Gualterio Marinelli - Vox populi, vox dei. ¡Salve!”
El subcomisario Pizzia recibió un disparo en el abdomen que puso en peligro su vida. La rapidez con que fue auxiliado y la operación que se le efectuó salvaron su vida.