En el gobierno de Arturo Illia, el ministro de Relaciones Exteriores, Zavala Ortiz, dijo que no había exiliados de Argentina, que el gobierno nacional era constitucional y que no tenía exiliados políticos, que los que estabán afuera podían volver en cualquier momento y a continuación expresó: -Si Perón está en España es porque quiere estar en ahí. -¿Ah, sí?, dijo Perón: sacó el boleto por vía aérea y se largó para aquí.
Hacía ya algunos años que Perón se encontraba en la España de Franco, entre lectura, escritura, interacción con dirigentes políticos y entretenimiento con la amplia gama de plantas y árboles que había ido colocando en la residencia, el conductor del justicialismo transcurría sus días a miles de kilómetros de su amada Patria.
En la Argentina, mientras tanto, la CGT había dejado atrás la intervención iniciada en 1955 y comenzaba la segunda etapa de su Plan de Lucha con el objetivo de recuperar decenas de derechos que se les habían sustraído a los trabajadores tras el derrocamiento del gobierno. Las medidas comienzan con la toma de 1200 fábricas, para ir subiendo paulatinamente en cuatro etapas hasta la jornada final de tomas en la que se ocuparon 4200 establecimientos con un total de 1.150.000 trabajadores involucrados. En esta coyuntura Perón comienza a dar incipientes muestras de su intención de retornar a la Argentina. Primero mediante mensajes, luego a través de dirigentes justicialistas como Juan Luco y Ruperto Godoy quienes declaran a la prensa que el líder de los trabajadores volvería con el objetivo de servir a la pacificación nacional. Depende a quien se consulte se afirma que las defecciones de algunos dirigentes, así como también las tensiones en el Movimiento Obrero con la ascendente figura de Augusto Timoteo Vandor y su confrontación con sectores tales como el encabezado por el textil Andrés Framini, fueron otros de los probables incentivos que Perón tuvo para acelerar el operativo de retorno. La presencia de un Gobierno débil en términos políticos como el de Arturo Illia y los rumores de asonadas militares (sobre todo del sector Colorado del Ejército) fueron también razones para considerar.
Portada del diario Crónica con manifestaciones a favor del retorno de Perón, diciembre de 1964.
La primera señal contundente que señalaba el probable retorno de Perón se produce en una conferencia de prensa brindada por los dirigentes Alberto Iturbe (Jujuy), Vandor (UOM), Delia Parodi (Rama Femenina) y Adolfo Cavalli (Petroleros) tras reunirse con Perón en Madrid. En ella, anuncian que el conductor del Movimiento Nacional Justicialista volvería como factor de pacificación, se reproduce una cinta grabada en la que el General hace un análisis de la situación política, resalta que “El tiempo no ha pasado en vano. Los plazos se han cumplido. Sin embargo, con el empeño y el sacrificio de todos, aun podemos salir delante de la grave encrucijada en que nos encontramos, pero todas las soluciones comienzan en la unidad de todos los argentinos seriamente preocupados y comprometidos en una colaboración y cooperación que debe estar por sobre toda pasión o interés mezquino (…) Pensando en todo eso, he decidido regresar al país, presintiendo que puedo influir en la pacificación y unificación del pueblo argentino, contribuyendo a reconstruir la unidad nacional(…)”.
Ya en septiembre, las 62 organizaciones peronistas (sin Framini, quien había renunciado meses antes por discrepancias con el vandorismo) emiten un comunicado donde continúan preparando el terreno social para el retorno. Entre otras frases pacificadoras, destacan que “el General Perón levanta la bandera de la paz social, que tiene por base la equidad…”. A su vez, el General en correspondencia con José León Suárez le señala a su interlocutor los motivos de la difusión de sus intenciones: “Cuando dimos la noticia de mi regreso, lo hicimos precisamente para ver cómo reaccionaban unos y otros, porque para conocer a un cojo, lo mejor es verlo andar. Veremos ahora como se emparejan las cargas y se condicionan las circunstancias”.
El efecto de esta serie de mensajes fue el deseado por Perón: en conjunto con los comunicados y solicitadas de todas las fuerzas políticas anti peronistas, comienza un re florecimiento de la movilización política peronista. En primer lugar, el General organiza la comisión de los llamados popularmente “cinco grandes” integrada por Framini, Carlos María Lascano, Iturbe, Delia Parodi y Vandor, quienes se encargarían del operativo retorno. La llegada de Charles De Gaulle al país a principios de octubre de 1964 también genera agitación en la militancia, que se concentra mayoritariamente en Plaza Francia al grito de “De Gaulle, Perón, un solo corazón”. Esta reivindicación del general francés se fundamentaba en la distancia que mantenía con los Estados Unidos. Dos semanas más tarde, los “cinco grandes” encabezan un acto de importantes dimensiones para conmemorar el 17 de octubre de 1945. Durante el mismo, se reproduce nuevamente una cinta de Perón en la que da nuevas muestras de su voluntad al expresar que “Espero que sea el último 17 de octubre que pase alejado de ustedes, porque mi decisión de retorno es irrevocable, no solo porque lo anhelo, sino también porque el destino del país impone la necesidad de terminar con la ignominia del odio, para dedicarnos a su pacificación, punto de partida imprescindible para su reconstrucción”. En una declaración, da muestra de su intención de volver pacíficamente pero hábilmente no descarta otros medios: “así regresaré, agotando las instancias para que sea con tranquilidad. Pido a la Providencia que no sea necesario hacerlo en otra forma, aunque ya no será ni mi culpa ni la del pueblo”. Se produce también por esos días un intercambio epistolar entre Perón y John William Cooke. Mientras este último le transmite algunas apreciaciones sobre la situación del peronismo local, además de cuestionar a algunos sectores del movimiento que no estaban “a toda máquina” en pos del objetivo. Perón le contesta que “No importa, pues prevalecerá tanto la calidad de nuestra organización como la eficacia con que podamos todos cumplir nuestro deber de peronistas. Hay que superar las diferencias (…) Sé que hay muchas cosas que funcionan mal pero pienso que somos una “aplanadora” que momentáneamente está desarmada. Armémosla y pongámosla en marcha, que aunque sea despacito, podremos aplastar al que se nos oponga”. Entre octubre y noviembre los dirigentes encargados del retorno se instalaron en España y el clima se fue tensando. Las Fuerzas Armadas no son ajenas a estas tensiones, y el General lo sabe. En un gesto al denominado sector azul (de menor “anti peronismo en sangre” que el colorado), advierte en declaraciones al diario El Mundo que “si el estado de cosas que vive la Argentina se prolonga, el próximo año habrá un golpe de Estado que los gorilas están incubando (…) Para nadie es un secreto que en el Ejército existe una conspiración de los colorados, que no olvidan el mes de abril”, en relación al enfrentamiento de abril de 1963 que culminó con la victoria azul.
La tirantez geopolítica no era menor, ya que al reciente asesinato de John Kennedy y la posible presión norteamericana para impedir su regreso se sumaban las dudas de Francisco Franco. Jorge Antonio recuerda que algunos días antes del operativo retorno lo va a ver al dictador español para informarle de la situación, a lo que este le comenta: “Hijo, yo no sé si a ustedes les va a ir bien en este viaje. Yo creo que ustedes tienen demasiada ilusión, pero si llega a salir bien, cuando tú vuelvas seguramente te vamos a condecorar por lealtad a tu amigo, pero si sale mal, los vamos a expulsar a todos de España, menos a Perón. A Perón no lo puedo expulsar de España porque los españoles son capaces de expulsarme a mí”.
Perón descendiendo del avión en el aeropuerto de Galeão, en Río de Janeiro. Tras mantener a Perón cautivo durante algunas horas, los brasileños, haciendo caso omiso a los argumentos esgrimidos por Perón, lo enviaron de regreso a España en compañía de su tercera esposa, Isabelita, y del empresario Jorge Antonio, en tanto que el resto de la comitiva siguió viaje a Buenos Aires.
El canciller Zavala Ortiz tuvo participación directa en el bombardeo de Plaza de Mayo en junio de 1955, en el que murieron centenares de inocentes. Illia, quien al comienzo de su gobierno había mostrado algunos gestos hacia el peronismo, no es menos hipócrita que su canciller cuando afirma que: “el regreso del general Perón era solo cuestión del señor Perón”. Nuevamente, la dirigencia política no peronista mostraba su doble discurso: había elecciones, pero el líder de principal movimiento político del país no podía volver a su patria, ni mucho menos presentarse a elecciones.
A pesar de los múltiples recaudos que la comisión organizadora del retorno toma para la ejecución del plan, las filtraciones y versiones no tardan en aparecer. Los distintos diarios comienzan a circular que efectivamente Perón ha dejado España en la Madrugada del 2 de diciembre de 1964 en un avión de la aerolínea española Iberia, específicamente en el vuelo 991. Para ilustrar algunas de las mencionadas precauciones, bastan recordar las palabras que Framini le brindaría diez años después a la revista Noticias: “Cuando salimos de Puerta de Hierro, para venirnos en la Operación Retorno, el General tuvo que esconderse en el baúl de un coche, para que no lo vieran los custodios. Después, tomamos el avión. Perón venía con una metralleta, los otros que traíamos armas éramos Jorge Antonio, un paraguayo y yo, nadie más”.
Iturbe mencionaría más tarde al diario La Nación sobre los inconvenientes con el resguardo de la información relativa al operativo, acusando delaciones que no permitieron el total secreto y, por ende, el ocultamiento a la opinión pública. Cuando el avión aterriza en Rio de Janeiro, las novedades no son buenas. El Gobierno brasilero ordena a los pasajeros el descenso del avión a excepción del grupo que se trasladaba junto al General, y tras una demora de dos horas de negociaciones se los traslada a una dependencia militar del aeropuerto. La urgencia del gobierno del Brasil por devolver a Perón enfrenta otro obstáculo, esta vez biológico. La empresa Iberia no disponía de una tripulación que hubiera descansado lo suficiente, lo que haría exceder las once horas reglamentarias de servicio para tripulantes en caso de pretender utilizar a la misma tripulación proveniente de Madrid. La Cancillería del Brasil intenta ante este inconveniente hacer que Perón regrese en un avión de Air France, pero la compañía francesa exige un documento firmado por múltiples autoridades brasileras antes de realizar una maniobra a todas luces poco frecuente. Finalmente, se decide que la tripulación de Iberia “disfrute” de su descanso reglamentario antes de partir nuevamente hacia Madrid. De mala gana, el Comandante del vuelo Jorge Arango envía un cable a la casa matriz de Iberia con el siguiente contenido:
“Autoridades brasileñas no permiten el vuelo Río-Montevideo. Exigiendo que regrese directamente Río-Madrid, horario normal con pasajeros de primera clase, embajada España ordena regrese con pasajeros Río-Madrid, horario 22:15”.
Quince horas después de todo este extenuante proceso, Perón emprendería el retorno a Madrid.
Por si quedaban dudas sobre el origen de la orden de detener el avión, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil divulga un comunicado en el que deja claro el panorama:
“Atendiendo a la solicitud efectuada por el gobierno argentino y dentro del más elevado espíritu de colaboración existente entre ambos países, el gobierno brasileño estuvo de acuerdo en interrumpir en Río de Janeiro el viaje que el señor Juan Perón realizaba en avión de Iberia. El señor Perón regresó a Madrid el mismo día de su arribo y en el mismo avión que le condujera a este país”. De manera bizarra, el canciller argentino Miguel Ángel Zavala Ortiz, afirma en declaraciones a la prensa que “el viaje de Perón respondió a un propósito netamente subversivo”.