Hubo atisbos de organización masónica en Buenos Aires en tiempos del virrey Sobremonte; en 1804 se hace una denuncia sobre ella a las autoridades de la Inquisición, una de las logias fundadas entonces fue la Estrella del Sur; cuando los prisioneros ingleses fueron internados en provincias, se expandieron también las logias a ellas. Francisco de Miranda dio a la articulación de los esfuerzos que hacía en favor de la emancipación americana una estructura masónica desde Londres.
Hubo atisbos de organización masónica en Buenos Aires en tiempos del virrey Sobremonte; en 1804 se hace una denuncia sobre ella a las autoridades de la Inquisición; el portugués Cordeiro difundió los postulados masónicos, que recibieron fuerte impulso con las invasiones inglesas. Una de las logias fundadas entonces fue la Estrella del Sur; cuando los prisioneros ingleses fueron internados en provincias, se expandieron también las logias a ellas.
Francisco de Miranda dio a la articulación de los esfuerzos que hacía en favor de la emancipación americana una estructura masónica desde Londres; entró así en contacto con los patriotas de diversos países americanos; Saturnino Rodríguez Peña fue uno de sus corresponsales en Buenos Aires; Bernardo de O'Higgins, que lo conoció y trató en. Londres y adoptó sus ideas, llevó su mensaje a Chile, donde pudo contar con la adhesión de Martínez Rozas y Juan Mackenna. La predica de Miranda tuvo eco en España y algunos americanos se en-tendieron en Cádiz para concurrir a la lucha por la emancipación de sus países de origen; entre esos americanos alcanzados por las ideas de Miranda figuran: José de San Martín, Carlos de Alvear, José Miguel Carrera, José Matías Zapiola. Una organización logística era mantenida en Buenos Aires por Julián Álvarez, que se sumó a todas las iniciativas revolucionarias.
Sin constituir propiamente logias o sociedades secretas rituales, los patriotas se reunían clandestinamente para cambiar impresiones tanto en la jabonería de Hipólito Vieytes como en la casa de Rodríguez Peña y hasta en la de Belgrano. Los sucesos de mayo de 1810 revelan la presencia de una sociedad patriota rectora e inspiradora constituida formalmente o reunida en base a las aspiraciones comunes, con fuerte irradiación en los cuarteles y entre los cuerpos armados.
Uno de los primeros núcleos permanentes y con objetivos políticos más o menos definidos fue el club de Marco o Mallco, nombre del café donde se reunían, y que pronto fue el eje de la oposición al saavedrismo y de la resurrección de la bandera morenista.
Domingo French, que había concebido forzar el retorno de Moreno al gobierno con el apoyo de su regimiento Estrella, se vinculó con Beruti, Víctor Dupuy, Agustín José Donado y otros, y así surgió a la vida el club, al que se adhirió pronto una juventud entusiasta que encontró allí a hombres de Mayo como Rodríguez Peña, Vieytes, Julián Alvarez, López y Planes, etcétera.
La Logia Lautaro tuvo su primera filial en América en la Ciudad de Buenos Aires, en 1812, creada secretamente por José de San Martín, Carlos María de Alvear, y Julián Álvarez. Tenía como objetivo principal luchar para lograr la independencia de la América Española, triunfando en el plano militar, y haciendo que la política siguiera ese objetivo básico. Desde fines de 1812 se unió a ella la Sociedad Patriótica, que fuera creada por los seguidores de Mariano Moreno y luego del asesinato de este en alta mar era dirigida por Bernardo de Monteagudo..
Cuando la Junta grande decidió internar a todos los españoles peninsulares sin discriminación, el club de Marco interpretó el sentir de la mayoría de las familias porteñas, pues a casi todas les alcanzaba tal medida, y envió al gobierno una petición con numerosas firmas en favor de los destinados al internamiento, y la Junta se vio obligada a derogar la decisión tomada.
El club era centro de discusiones y de censuras; se leía allí a los filósofos revolucionarios; se comentaba el Contrato social, se evocaba el nombre de Moreno. Ese núcleo de opinión y de acción fue barrido por la asonada del 5-6 de abril; fueron detenidos y desterrados French, Beruti y Donado; fueron también detenidos, internados o suplantados los miembros del gobierno de matiz morenista.
Se formó el Tribunal de Seguridad Pública, organismo de represión, y uno de sus instrumentos más celosos fue Juan Bautista Bustos, el futuro caudillo de Córdoba, a quien Rivadavia llamó a rendir cuentas por orden perentoria una vez constituido el Triunvirato.
El club surgió, después de un período de silencio forzoso, con el nombre de Sociedad patriótica y literaria; al comienzo volvió a reunirse en el café de Marco y luego se trasladó pomposa-mente al edificio del Consulado; en esa ocasión, en una arenga ardiente, Monteagudo, ante la plana mayor de la sociedad porteña, recordó con énfasis el lema moreniano: "Prefiero una libertad procelosa a una esclavitud tranquila", la frase de Lípido al pueblo de Roma.
Después del desastre de Desaguadero, en vista de la debilidad del gobierno, que era objeto de críticas demoledoras, y frente a múltiples peligros, el Tribunal de Seguridad Pública no pudo ac-tuar con el rigor con que lo había hecho antes; la Junta no contaba más que con el apoyo del regimiento de patricios, fiel a Saavedra y a su posición. Pero la salida del presidente de la Junta hacia el norte disminuyó el vigor gubernativo. El morenismo se reagrupó para la lucha contra el nuevo secretario de la Junta, doctor Joaquín Campana, y contra el conservadorismo del deán Funes, hasta llegar al compromiso del 23 de setiembre, que creó una junta ejecutiva menor, el Triunvirato, después de declarar la ineptitud de la Junta para el gobierno.
A comienzos de noviembre de 1811 llegó a Buenos Aires, procedente de Tucumán, el joven abogado graduado en Charcas, José Bernardo Monteagudo.
Había participado en la sublevación del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca y después de la victoria de Suipacha fue auditor de guerra y secretario de Castelli y de Balcarce y acusado con ellos de desmanes que contribuyeron al desprestigio de la causa patriótica. En Buenos Aires fue eximido de toda culpa y el Triunvirato le encargó la redacción de la Gazeta, asumiendo la responsabilidad de una de sus dos ediciones semanales, quedando la otra a cargo de Pazos Silva. Era Monteagudo de un temperamento ardiente, gran tribuno de corte jacobino, periodista apasionado. Entró en colisión con Pazos Silva y la Gazeta se convirtió en expresión de una beligerancia ruidosa; una edición era combatida con la siguiente y se llegó a quemar públicamente, en desagravio de Monteagudo, la Gazeta de Pazos Silva. Apareció luego, frente a la Gazeta de Monteagudo, El Censor de Pazos Silva, hasta que Rivadavia suspendió la subvención que recibían ambos redactores y dio vida a la Gaceta ministerial, órgano del gobierno de Buenos Aires; Monteagudo no quiso quedarse con las manos cruzadas y publicó un nuevo órgano, ¡Mártir o libre! que hubo de suspender su aparición ante la hostilidad gubernativa contra su pluma incendiaria. La Sociedad patriótica lanzó entonces un nuevo órgano de prensa, El, Grito del Sud, con redacción rotativa, que vio la luz desde el 14 de julio de 1812 hasta el 2 de febrero de 1813.
La Sociedad patriótica, centro máximo de agitación y de oposición ruidosa, acabó por ser asimilada a la Logia Lautaro y fue al final su caja de resonancia pública. En ella se preparó el movimiento del 8 de octubre que derribó al primer Triunvirato. Fue activa propagadora de la idea de independencia, mientras el Triunvirato se esforzaba por mantener todavía, por razones diplomáticas, la máscara fernandina, aunque eso no le impidió abolir el estandarte real y celebrar el 25 de Mayo.
La Sociedad Patriótica fue una asociación política formada en Buenos Aires, que se reunió en el Café de Marco a partir de marzo de 1811, creada por Manuel Moreno —hermano de Mariano Moreno—, que surgió como consecuencia de la separación de éste como secretario de la Primera Junta, convertida en la Junta Grande, agrupando a los patriotas revolucionarios afines a su ideario cuyo fin primordial era declarar la independencia y establecer un triunvirato sobre el antiguo Virreinato del Río de la Plata.
La Junta Grande, organismo que sustituyó a la Primera Junta, surgió por la incorporación de los diputados del interior el 18 de enero de 1810. Fue combatida por los partidarios de los ideales que sustentara su secretario Mariano Moreno.
Moreno, vencido por el voto de la mayoría, presentó su renuncia, que fue rechazada por la Junta revolucionaria. De modo que solicitó y obtuvo una misión ante las cortes del Brasil y Gran Bretaña para gestionar el apoyo de Inglaterra, adonde fue enviado sin éxito ya que falleció en alta mar el 4 de marzo de 1811.
A comienzos de noviembre de 1811 llegó a Buenos Aires, procedente de Tucumán, el joven abogado graduado en Charcas, José Bernardo Monteagudo.
Había participado en la sublevación del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca y después de la victoria de Suipacha fue auditor de guerra y secretario de Castelli y de Balcarce y acusado con ellos de desmanes que contribuyeron al desprestigio de la causa' patriótica. En Buenos Aires fue eximido de toda culpa y el Triunvirato le encargó la redacción de la Gazeta, asumiendo la responsabilidad de una de sus dos ediciones semanales, quedando la otra a cargo de Pazos Silva. Era Monteagudo de un temperamento ardiente, gran tribuno de corte jacobino, periodista apasionado. Entró en colisión con Pazos Silva y la Gazeta se convirtió en expresión de una beligerancia ruidosa; una edición era combatida con la siguiente y se llegó a quemar pú-blicamente, en desagravio de Monteagudo, la Gazeta de Pazos Silva. Apareció luego, frente a la Gazeta de Monteagudo, El Censor de Pazos Silva, hasta que Rivadavia suspendió la subvención que recibían ambos redactores y dio vida a la Gaceta ministerial, órgano del gobierno de Buenos Aires; Monteagudo no quiso quedarse con las manos cruzadas y publicó un nuevo órgano, ¡Mártir o libre! que hubo de suspender su aparición ante la hostilidad gubernativa contra su pluma incendiaria. La Sociedad patriótica lanzó entonces un nuevo órgano de prensa, El, Grito del Sud, con redacción rotativa, que vio la luz desde el 14 de julio de 1812 hasta el 2 de febrero de 1813.
La Sociedad patriótica, centro máximo de agitación y de oposición ruidosa, acabó por ser asimilada a la Logia Lautaro y fue al final su caja de resonancia pública. En ella se preparó el movimiento del 8 de octubre que derribó al primer Triunvirato. Fue activa propagadora de la idea de independencia, mientras el Triunvirato se esforzaba por mantener todavía, por razones diplomáticas, la máscara fernandina, aunque eso no le impidió abolir el estandarte real y celebrar el 25 de Mayo.
El 9 de marzo de 1812 llegó a Buenos Aires la fragata inglesa Canning; en ella viajaban José de San Martín, Carlos de Alvear, José Matías Zapiola, el barón de Holmberg, Antonio Arellano, Francisco Chilavert, Francisco Vera; Alvear había anticipado el costo de los pasajes a San Martín y Zapiola.
Todos acudían a prestar sus servicios a la patria de la que, con excepción de Holmberg, eran oriundos. Al pasar por Londres se entrevistaron con Francisco de Miranda, y prestaron juramento a la hermandad secreta Gran Reunión Americana, relacionada con la Logia Lautaro de Cádiz, a la que ya pertenecían, acordándoseles el "quinto grado", la máxima investidura. La Logia Lautaro de Cádiz, nombre del bravo cacique araucano, funcionaba en casa de Alvear. Ya la integraban Manuel Belgrano y José Tomás Guido.
Según los recuerdos del nonagenario Zapiola ingresaron en la Logia: Alvear, Ramón Larrea, José Valentín Gómez, Gervasio A. Posadas, Juan Larrea, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, José Tomás Guido, Julián Pérez, Prudencio Murguiondo, Salvador Cornet, Nicolás Herrera, Juan Zufriategui, Francisco Matheu, José Matías Zapiola, José Bernardo Mont.eagudo, José de San Martín, Ramón A. Anchoris, Agustín Donado, Antonio Alvarez Jonte, Toribio Luzuriaga, Manuel Moreno, Vicente López, Ramón Rojas, Francisco Ugarteche, Pedro Lezica, Manuel Pinto.
San Martín, Alvear y Zapiola comprendieron pronto que era preciso cohesionar fuerzas existentes, pero dispersas, articular la revolución, proyectar un vasto programa de lucha por la independencia y dieron vida a la Logia Lautaro, en Buenos Aires, cuya mesa directiva fue formada por San Martín como presidente, Alvear como vicepresidente y Zapiola como secretario. Se intentó atraer a los hombres del gobierno, pero Rivadavia fue inaccesible; solamente se adhirió Chiclana y se alejó luego del Triunvirato, donde por lo demás chocaba constantemente con Pueyrredón, como había chocado antes con Paso. Nicolás Herrera se incorporó también a la Logia y quería estar bien con Buenos Aires y con Artigas, con los portugueses y con Carrera.
Poco a poco ingresó en la Logia lo más representativo de la sociedad porteña y especialmente la oficialidad de las fuerzas armadas. Como, no presentaba ninguna definición dogmática, parte del clero formó en sus filas.
La antigua logia masónica de Julián Alvarez se convirtió en algo como un apéndice de la Lautaro, y la Sociedad patriótica, donde se destacaban la elocuencia y la fogosidad de Monteagudo, fue su manifestación pública. En pocos meses, desde mediados de 1812, la logia controlaba la oposición oral y escrita al Triunvirato.
San Martín mostró sus condiciones de organizador y supo quedar aparentemente en segundo plano; carecía de ambiciones personales, pues sólo aspiraba a obtener la adhesión del gobierno en forma gradual, por intermedio de sus instituciones, para orientar su obra y asegurar su éxito. El autoritarismo exagerado de Rivadavia, su insistencia en tener en Buenos Aires una guarnición numerosa mientras se sucedían los desastres militares en el norte, el rechazo del diploma de diputado de Monteagudo en la asamblea de octubre, obligaron a los logistas a entrar en acción, recurriendo al procedimiento revolucionario, y se puso fin así al primer Triunvirato. La logia se había impuesto por objetivo fundamental la independencia americana y trabajaba con método en favor de esa meta.