Leyenda

La Pampa

Su horizonte ofrécese como un perfecto anillo de color azul brumoso.

Allí, el azul cristal del cielo descansa sobre el nivel verde del mundo. Verde al final del otoño, invierno y primavera, es decir, de abril a noviembre. Pero no todo como un verde prado o campo sembrado, Había, a la sazón, suaves áreas donde pastoreaban las ovejas. La superficie, sin embargo, variaba grandemente y presentábase más o menos áspera. En algunos lugares, la tierra, hasta donde alcanzaba la vista, estaba cubierta por denso matorral de cardos o alcauciles silvestres, de un color verdoso o azul grisáceo, mientras en otros lugares florecía el cardo gigante, con gran variedad de hojas verdes y blancas, que se elevaba, cuando estaba en flor, a dos metros o dos metros y medio de altura.

Existían otros desniveles y asperezas en la verde extensión, causados por las vizcachas, gran roedor del tamaño de una liebre, que cava intensa y extensamente la tierra. Las vizcachas hormigueaban en todo aquel distrito donde ahora han sido prácticamente exterminadas y vivían en pueblos llamados vizcacheras, compuestos de treinta o cuarenta inmensas cuevas, casi del tamaño de media docena de rnadriqueras de tejones. La tierra de estas excavaciones formaba como un pequeño promontorio. Desnuda de vegetación, aparecía en el paisaje simulando una mancha de arcilla coloreada en la verde superficie. Desde el caballo, contaba el jinete de cincuenta a sesenta de esos montículos o vizcacheras en la planicie circundante.

Sobre dicha tierra visible no haban cercos ni árboles, excepto -de estos últimos- los que fueran plantados en las viejas estancias. Apartados entre sí, los montes y plantíos, semejaban pequeñas islas azules, esparcidas a la distancia en la gran llanura o pampa.


Guillermo Enrique Hudson de Allá lejos y hace tiempo