El coronel Manuel Dorrego, alma del partido federal en los debates del Congreso, pudo ejercer ampliamente su preeminencia política, colocar sus amigos al frente de las funciones públicas y estrechar vínculos con los gobernadores de provincia, especialmente con los de Santa Fe, Santiago del Estero, Entre Ríos, Salta y Córdoba.
El gobernador Dorrego se encontró ante tareas de extraordinario alcance y responsabilidad; como encargado de las relaciones exteriores y de la guerra y la paz debía continuar la guerra contra el Imperio del Brasil; el estado financiero era deplorable, el país se hallaba desorganizado, era difícil reunir los contingentes provinciales para el ejército. Al asumir el mando, reconoció abiertamente: "La época es terrible, la senda está sembrada de espinas; no es, pues, posible allanarla sin que cada cual concurra con los recursos contenidos en la esfera del poder".
Durante la época de Rivadavia las provincias habían vuelto la espalda a Buenos Aires; Córdoba aguijoneaba la resistencia; las provincias cuyanas celebraron el pacto de Huanacache el 1° de abril de 1827 para mantener sus derechos y libertades hasta la adopción de la Constitución nacional, una alianza ofensiva y defensiva.
Dorrego inició la vinculación con las provincias y Bustos se avino de inmediato a las relaciones amistosas, valiéndose de su sobrino, Francisco Ignacio Bustos; Córdoba resurgió como aglutinante federal de las provincias del interior; celebró con Buenos Aires un pacto público de unión para continuar la guerra con el Brasil, para el envío de diputados a Santa Fe o a San Lorenzo a una convención que nombraría un ejecutivo nacional provisional y echase las bases del Congreso constituyente que resultase de esa convención y fijase la forma de gobierno, que deberá ser, según el voto ya expresado de las provincias, la federal.
Luego del fracaso del proyecto nacionalizador del Congreso Constituyente de 1824, expresado en el dictado de una serie de leyes que no han hecho otra cosa que exacerbar los ánimos de unitarios y federa¬les, la provincia de Buenos Aires ha recuperado su antigua situación institucional. En un clima de tensión, violencia e intolerancia como pocas veces se ha visto, se realizaron recientemente las elecciones de los diputados que integrarían la Sala de Representantes para el nombramiento del nuevo gobernador, cargo que ha recaído en la figura de quien fuera uno de los más acérrimos enemigos de la experiencia presidencial rivadaviana, el jefe del Partido Federal, Manuel Dorrego.
Pero realizó también un convenio secreto para exigir responsabilidades a los hombres que habían ejercido autoridad, especialmente a Alvear y a José Valentín Gómez. Manuel Moreno, encargado de las negociaciones con Córdoba, prometió la más severa vigilancia para impedir que saliesen del país José Valentín Gómez y Carlos de Alvear, como asimismo los demás que desempeñaron funciones en la administración anterior. El pacto secreto fue el arma principal que movió a los unitarios a la lucha contra Dorrego; se dio a conocer después del 19 de diciembre de 1828.
José Valentín Gomez y Carlos María de Alvear eran dos prominentes miembros del partido Unitario