La Primera campaña de Arenales en la sierra del Perú, forma parte del comienzo de las acciones de guerra de la expedición libertadora en su campaña por la independencia del Perú; en teoría, abarca todas las operaciones militares de las fuerzas comandadas por el general Juan Antonio Álvarez de Arenales ocurridas en el período de tiempo comprendido entre el 4 de octubre de 1820, cuando parten de Pisco, hasta el 8 de enero de 1821 cuando se reúnen con San Martín en Huaura.
El 14 de octubre de 1820 había comunicado San Martín a O'Higgins sus planes:
"Arenales debe ponerse a caballo sobre Jauja y comunicarse conmigo por el norte. Yo debo reembarcarme para atacar al norte de Lima, sublevar las provincias de Huaylas, Huanuco y Conchuchos, de cuya decisión estoy perfectamente disuadido. Mi objeto en este movimiento es bloquear a Lima por la insurrección general y obligar a Pezuela a una capitulación, sin desatender al mismo tiempo el aumento del ejército y la subyugación de la intendencia de Trujillo. Casi puedo asegurar que este plan dará los mejores resultados y que si se verifica, Lima estará en nuestro poder a los tres meses de la fecha".
El objeto fundamental de esa operación preliminar a cargo de Álvarez de Arenales era propagar la revolución y procurar recursos para el ejército y atraer la atención hacia ella mientras se procedía a desplazar por mar el grueso de las fuerzas hacia el norte de Lima, a fin de apoyar la insurrección de las provincias septentrionales y preparar el asedio a la capital.
Cumplido el plazo fijado en el armisticio de Miraflores para la suspensión de las hostilidades, San Martín reembarcó el ejército mientras destacaba la primera expedición a la sierra para sublevar las provincias centrales y combinar los movimientos para una reunión ulterior al norte de Lima.
La expedición fue puesta al mando del coronel mayor Juan Antonio Álvarez de Arenales, y se componía de los batallones Nº 11 de los Andes y Nº 2 de Chile, con un escuadrón de caballería formado por granaderos y cazadores a las órdenes de Juan Lavalle, y 2 piezas de artillería; en total 1.240 hombres; el jefe de estado mayor era el teniente coronel Manuel Rojas.
En las instrucciones de San Martín a Álvarez de Arenales se establecía que se internaría lo antes posible en la sierra, previa eliminación de Quimper en Ica; luego se dirigiría a Huancavélica para aumentar los efectivos con voluntarios de la región y seguiría a Jauja, a la que convertiría en base de operaciones para llevar la propaganda de la revolución a las provincias próximas; después establecería comunicaciones con el grueso del ejército una vez que éste hubiese desembarcado al norte de Lima y se pusiese en condiciones de operar en combinación con él, hacia el cual debería replegarse en caso de derrota. Se le recomendaba también posesionarse de Tarma y Huamanga, al norte y suroeste de Jauja, respectivamente.
Juan Antonio Álvarez de Arenales en 1819 se incorporó al Ejército de los Andes en Chile. El general José de San Martín lo designó al mando de una división para su Expedición libertadora del Perú. Durante la primera campaña logró cuatro victorias en Palpa, Nazca, Cuesta de Tarma y, la más importante, la batalla de Cerro de Pasco. Logró tomar varias provincias para los patriotas: Ica, Huamanga, Huánuco, Huancavelica y Pasco. Los realistas temieron perder contacto con el interior, de modo que evacuaron Lima, y aunque San Martín lo envió a una segunda campaña a la sierra, no pudo impedir la retirada del virrey José de la Serna y su ocupación de todo el interior del país. La última resistencia en esa zona fue la de algunas guerrillas dirigidas por el futuro caudillo mendocino José Félix Aldao, pero finalmente tuvo también que retirarse. Tras la proclamación de la Independencia del Perú, fue nombrado gobernador de las provincias norteñas del futuro territorio peruano.
La expedición a la sierra inició la marcha el 5 de octubre por la noche, con intención de sorprender a Quimper en Ica a la madrugada siguiente; la columna fue escoltada por los cazadores a caballo al mando de Mariano Necochea.
Cuando se conoció en las filas realistas el movimiento iniciado por Álvarez de Arenales, desertaron 200 hombres, todos de la región, y se incorporaron a los patriotas; Quimper emprendió la retirada precipitadamente hacia Nazca.
En posesión de Ica, se adelantó el teniente coronel Rojas con 250 hombres de caballería en persecución del enemigo; avanzando a marchas forzadas por sendas paralelas y difíciles, Rojas logró sobrepasar a los realistas detenidos en Nazca; el 15 de octubre se ordenó el ataque a Nazca, avanzando los granaderos de Lavalle mientras los cazadores seguían en segunda línea; la sorpresa fue completa y la victoria correspondió a los patriotas; los realistas tuvieron 127 bajas entre muertos, heridos y prisioneros; entre los últimos figuraban 6 oficiales; los vencedores se hicieron, además, de 300 fusiles y de varias cargas de municiones.
El bagaje del destacamento de Quimper había marchado en dirección a Acari; Rajas destacó una partida de caballería al mando del teniente Vicente Suárez, que derrotó a los que lo custodiaban y se apoderó de él.
El destacamento de Quimper quedó destrozado y no quedaron enemigos a retaguardia; Alvarez de Arenales, bajo la protección de una pequeña columna a las órdenes del teniente coronel Francisco Bermúdez y del mayor Félix Aldao, continuó la marcha hacia la sierra el 21 de octubre, siguiendo el cauce del río Ica; Mariano Necochea se reincorporó entonces al grueso del ejército.
El 31 de octubre la división expedicionaria llegó a Huamanga, después de cruzar la cordillera por el paso de Castro-Virreina, un trayecto de 415 km a través de una región desértica y montañosa.
Poco después de desembarcar en Paracas, fue el segundo del general Juan Antonio Álvarez de Arenales en las dos campañas de la Sierra, y luchó en las batallas de Nazca y Cerro de Pasco. Fue ascendido a general durante el sitio del Callao, y quedó al mando del Regimiento de Granaderos a Caballo. Tras la retirada de San Martín en 1823, quedó en el Perú a las órdenes de Simón Bolívar, que lo nombró por un tiempo gobernador de Lima. Fue uno de los dos jefes de la caballería argentina en la batalla de Junín, combate heroico en que sólo hubo participación de la caballería. Fue él quien inició el ataque, pero fue seriamente herido. La victoria fue posible gracias a la división de Isidoro Suárez, el otro jefe argentino. No pudo participar en la que sería la victoria definitiva, la batalla de Ayacucho. Bolívar lo designó director de la Casa de Moneda. Tras un altercado con el gobierno peruano presidido por Bolívar, en el que fue acusado de participar en una conjura opositora y arrestado, regresó a Buenos Aires en 1826. Al salir del país devolvió las condecoraciones diciendo: “del Perú solo quiero llevarme las heridas”.
Cuando el virrey tuvo noticias de las operaciones patriotas y quiso cortar su avance haciendo ocupar los puentes de Izcuchaca y Mayoc sobre el río Mantaro o Grande de Oroya, Álvarez de Arenales ya los había franqueado y se había posesionado del Valle de Huancayo, sin que los 600 hombres que lo defendían ofreciesen resistencia, contentándose con replegarse a Jauja, donde fueron alcanzados por los granaderos de Lavalle el 9 de noviembre y batidos en la Cuesta de Jauja; días después Manuel Rojas ocupó la localidad de Tarma, donde halló un parque de municiones, 5 piezas de artillería y 200 caballos; el resto de la división llegó a Jauja el 21 de noviembre.
La situación era grave y Pezuela envió entonces desde Lima, una división a las órdenes del general O'Reilly, y ordenó al mismo tiempo a Ricafort que enviase al batallón Extremadura, de la reserva de Arequipa, por Huamanga, combinando sus movimientos con los de O'Reilly, para tomar a los patriotas entre dos fuegos.
.El general O'Reilly salió de Lima con 1.000 hombres, avanzó por la quebrada de San Mateo y a comienzos de diciembre se encontró en Pasco, posición estratégica fuerte.
La situación de Álvarez de Arenales se volvió comprometida; desde el sureste avanzaban las tropas enviadas por Ricafort, que darían cuenta seguramente de la pequeña retaguardia de Bermúdez y de Aldao en Huancayo; y si O'Reilly, que había llegado a Pasco, esperaba el refuerzo del batallón Extremadura, los patriotas se encontrarían atacados desde dos direcciones por fuerzas superiores.
En esas circunstancias, Arenales resolvió atacar al núcleo enemigo más cercano, el de Pasco, antes de que llegase el otro, para volverse luego contra él. Aunque el terreno le era desfavorable, decidió buscar a O'Reilly; el 5 de diciembre ocupó el cerro Uliachin, tres leguas al suroeste de Pasco; este pueblo se hallaba entre serranías que corren al noroeste y al suroeste, y en ellas había situado O'Reilly sus fuerzas. Entre las posiciones realistas y el cerro Uliachin había una angosta faja de 9 kilómetros de anchura, con las lagunas de Petracocha y Yanamate en medio, lugar pantanoso de difícil acceso. No se podía atacar a las fuerzas enemigas más que a través de los pantanos que se hallaban al alcance del fuego enemigo; tampoco se les podía rodear porque las alas de la línea realista se apoyaban en esas lagunas; no quedaba otra solución que el ataque frontal a través de los pantanos.
Antes que exponerse a un ataque desde dos direcciones, optó Álvarez de Arenales por lanzarse contra O'Reilly el 6 de diciembre; dividió sus fuerzas en dos columnas; una marchó por la franja de terreno más próxima a la laguna de Petracocha; la otra, formada por la caballería al mando de Lavalle, avanzaría por la zona de pantanos de la izquierda contra la caballería enemiga; dejó una pequeña reserva a las órdenes de Rojas, que seguía en segunda línea a la infantería; las dos piezas de artillería fueron emplazadas en los altos del cerro Uliachin.
No obstante, el fuego intenso y las posiciones ventajosas que ocupaban, los realistas no pudieron contener el ataque impetuoso de los patriotas; el batallón Nº2 de Chile cargó a la bayoneta y desalojó de sus posiciones a las compañías del batallón Victoria, mientras el centro, que formó el cuadro, fue destrozado por el batallón N° 11; Lavalle descendió con los granaderos y cazadores del cerro Uliachin y cruzó los pantanos al pie del mismo, lanzando una carga contra la caballería enemiga, que se dispersó al primer choque; los vencedores persiguieron a los fugitivos y fueron alcanzados a pocas leguas de Pasco, donde su jefe, el coronel Andrés de Santa Cruz, altoperuano, se pasó a las filas patriotas con las fuerzas de su mando; los batallones argentino y chileno dieron alcance a la infantería del Victoria y tomaron numerosos prisioneros, entre ellos el propio general O'Reilly.
El saldo de la batalla fueron 41 muertos, 15 heridos, 320 prisioneros, incluyendo 6 oficiales, por parte de los realistas; los vencedores no tuvieron más que 5 muertos y 12 heridos; quedaron además en sus manos: dos piezas de artillería, 360 fusiles, el parque y la caja militar.
El brigadier Ricafort que había salido de Arequipa con la división de reserva, evitó el camino de la costa para escapar a los desembarcos patriotas y dio un largo rodeo por tierra. Al llegar a Huaylas se les sumó un contingente enviado desde Cuzco y se dirigió a Huamanga con 1.300 hombres.
La retaguardia de la división expedicionaria al mando de Bermúdez y Aldao, constituida por un pequeño destacamento que se adelantó desde Huancayo a Huanta, se replegó al comprobar la superioridad del enemigo; en el trayecto sublevó a los indios de la región. Pero al ver la masa de naturales que se habían incorporado a sus filas, los jefes patriotas (contrariamente a las órdenes de Álvarez de Arenales de retroceder hacia Jauja en caso de peligro), intentaron ofrecer resistencia y fueron derrotados, experimentando numerosas bajas los reclutas indígenas.
Después de retirarse de Huancayo, Bermúdez y Aldao reunieron unos 4.000 indios y volvieron a presentar batalla a Ricafort, pero fueron nuevamente vencidos. Los realistas se excedieron entonces en el castigo de los vencidos, dando muerte a más de 2.000 indios y sembrando el terror en la zona; en esa oportunidad fue saqueada e incendiada la población de Cangallo.
La retaguardia patriota continuó entonces su retirada a Jauja. Entretanto, Álvarez de Arenales se había puesto en marcha hacia la costa para reunirse con el grueso del ejército expedicionario, dejando de lado las instrucciones de San Martín que le recomendaban no retirarse más que en caso de derrota o de grave peligro. Pero la retirada parece que se debió a una orden errónea transmitida por el coronel Rudecindo Alvarado; cuando se la quiso rectificar ya era tarde; el 30 de diciembre la división de la sierra llegó a Huamantanga y el 8 de enero se incorporó al grueso del ejército.
La retirada de la sierra dejó al enemigo una región estratégica valiosa y privó al ejército libertador de la posibilidad de combinar sus movimientos con el resto del ejército sobre Lima y de obstruir la llegada de refuerzos procedentes de Arequipa o del Alto Perú.