Hacia fines del XIX, Chile estaba en la lista como la sexta armada más poderosa del mundo, de modo que le convenía entrar en un conflicto bélico. En cambio, el gobierno nacional presidido por el general Julio A. Roca observó que los chilenos aventajaban militarmente y que podían emprender una ofensiva. Inmediatamente, Argentina adquirió en Italia una flota de poderosos buques de guerra y gran cantidad de armamento. También reclutó miles de personas en el ejército y la marina.
La disputa de más duración por cuestiones de límites se tuvo con Chile, a lo largo de una frontera muy prolongada. En 1843 quiso el país vecino colonizar la región de Magallanes y ocupó Puerto de Hambre con un presidio; después ocupó Punta Arenas, en la costa norte del Estrecho, levantando un acta de posesión de los Estrechos de Magallanes y sus territorios. El gobierno de Rosas reclamó en 1847; fue en esa ocasión cuando Sarmiento hizo objeciones a la reclamación. En 1852 se hizo otra reclamación y en 1855 se firmó un tratado de paz y amistad, según el cual las partes reconocían como límites los que poseían al tiempo de separarse de la dominación española en 1810 y convenían en aplazar las disputas y en caso necesario en sometarlas al arbitraje de una nación amiga.
En 1868 propuso Chile dividir por la mitad la Patagonia. Las negociaciones continuaron en 1872, 1876, 1877, 1878, 1879, y se firmaron varios protocolos y tratados. El 23 de julio de 1881 se firma el tratado definitivo de límites Irigoyen-Echeverría, que fue ratificado el mismo año por ambas partes y que todavía es ley para los dos países en todo lo que no fue materia de modificaciones y arbitraje. Chile abandonó sus aspiraciones a la Patagonia y la Argentina sus derechos a las aguas y costas del Estrecho de Magallanes, aunque conservó una pequeña faja de agua en la boca oriental.
Surgieron interpretaciones diversas y se elaboraron para resolverlas los protocolos de 1888, 1893 y 1895 sin llegar, sin embargo, a soluciones satisfactorias.
El protocolo de 1893 estableció que el tratado de 1881 reconocía a la Argentina el dominio de todos los puntos sobre el Atlántico y a Chile el de los lugares del Pacífico.
El tratado de 1881 establecía que el límite entre ambos países era, de norte a sur, hasta el paralelo 52° de latitud, la cordillera de los Andes. La línea fronteriza corría en esa extensión por las cumbres más elevadas de dichas cordilleras que dividen las aguas y pasaba por entre las vertientes que se desprenden de un lado y otro. Las dificultades que pudieran suscitarse por las existencias de ciertos valles formados por la bifurcación de la cordillera y en las que no fuese clara la línea divisoria de las aguas, serían resueltas amistosamente por dos peritos ...
Hubo divergencias en la interpretación de los puntos del tratado; los peritos y negociadores argentinos sostenían que, dentro de la cordillera, debía trazarse el límite por las más altas cumbres, por el filo culminante y las vertientes que se encuentran en él. Los chilenos sostenían el principio que defendía el divortium aquarum continental. Para los unos la base de la demarcación era hidrográfica, para los otros era orográfica. La región en disputa desde el paralelo 40° era importante por los valles fértiles que abarcaba y por los grandes lagos, excepción del Nahuel Huapi y los más septentrionales. En el norte se sometió a arbitraje la región del paso de San Francisco, o sea la parte que comprende el límite de la provincia de Catamarca y parte de La Rioja con Chile.
En 1897 se comenzaron de ambos partes preparativos para un conflicto armado. El perito Moreno y el chileno Diego Barros Arana no se pusieron de acuerdo y fueron enviados los antecedentes al gobierno británico para la solución arbitral y, después de estudios sobre el terreno del coronel Holdich y el informe técnico de la comisión asesora, se dictó la sentencia arbitral el 20 de noviembre de 1902.
Pero antes, el 28 de mayo del mismo año ambos países en disputa firmaron los Pactos de Mayo, o sea un tratado general de arbitraje y una convención sobre discreta equivalencia naval, con lo que quedó fundada definitivamente la amistad entre Chile y la Argentina, perturbada por la larga disputa. La superficie en discusión abarcaba unos 90.000 kilómetros y se apartó del tratado de 1881, que establecía el límite en la cordillera; la solución fue una línea intermedia; corta los grandes lagos desde el Tronador hasta el cerro Fitz-Roy. El árbitro se apartó de las reclamaciones externas de ambos países e hizo prevalecer, aunque no con exclusividad, el divortium aquarum combinado con el de las altas cumbres.
El estrecho de Magallanes fue neutralizado a perpetuidad y asegurada la libre navegación por el para las banderas de todas las naciones, siguiendo el tratado de 1881. Según este tratado, las islas del sur del canal de Beagle hasta el cabo de Hornos y el occidente de Tierra del Fuego per-tenecían a Chile; según el protocolo de 1893, Chile no podía pretender punto alguno hacia el Atlántico, ni la Argentina hacia el Pacífico. Las tres islitas de Picton, Nueva y Lennox, siguen en litigio.
Una cláusula preliminar relativa al Pacifico está destinada a calmar los recelos argentinos sobre los propósitos de expansión territorial de Chile a expensas del Perú y Bolivia, así como las preocupaciones chilenas sobre la posibilidad de una intervención argentina en las disputas pendientes entre Chile por un lado, y Perú y Bolivia por el otro. Como se declaró, por entonces, la cláusula del Pacífico era la causa verdadera del malestar y la prevención entre Chile y la Argentina. Los plenipotenciarios tuvieron el acierto de encontrar la fórmula de avenimiento definitivo en ese punto. El plenipotenciario argentino declaró en el acta preliminar que su país respetaba la soberanía de las demás naciones sin interferir en sus asun-tos internos ni en sus problemas externos; el de Chile, a su vez, declaró solemnemente que no abrigaba propósitos de expansión territorial, fuera de los que resultasen del cumplimiento de los tratados en vigor.
Establecían también los pactos la limitación de armamentos; ambos gobiernos suspendieron, en consecuencia, la adquisición de nuevos buques de guerra y convinieron en disminuir sus fuerzas navales hasta una relativa equivalencia.
Otra cláusula del convenio se refería al tratado general de arbitraje, que estableció para ambas partes la obligación de someter a juicio arbitral todas las controversias que surgiesen entre ellas en cuanto no afectaran a sus respectivas constituciones. El árbitro designado fue el gobierno británico, al cual pidieron las partes contratantes que dictase el fallo arbitral y nombrara al mismo tiempo una comisión que decidiera en el terreno mismo los deslindes fijados en el fallo.
De un lado a otro de la frontera hubo partidarios de la solución por las armas: Estanislao Zeballos, Indalecio Gómez y Carlos Rodríguez Larreta, desde Buenos Aires, y Juan Walser Martínez, desde Santiago de Chile, entre otros. Pero ni los presidentes chilenos Errázuriz y Germán Riesco, ni el presidente Roca querían la guerra, sino el arreglo pacífico de la disputa. Y la entrevista de Roca y Errázuriz en el sur, el llamado abrazo del Estrecho, fue testimonio elocuente de esos sentimientos. El diario mitrista comentó el acontecimiento:
"Creemos, pues, que si las frases cambiadas entre los presidentes tienen la significación que les han atribuido los oradores, ellas dan la promesa de soluciones francas, directas y leales a las cuestiones que aún están suspensas de una gestión dilatoria. Tal es el comentario que sugiere la entrevista de los presidentes y los términos en que ellos han traducido su pensamiento en la forma circunspecta y reticente de la palabra oficial"...
Los Pactos de Mayo fueron aprobados por los congresos de ambos países y fueron canjeados por los presidentes Roca y Germán Riesco el 22 de setiembre. El 20 de noviembre dio su fallo el monarca inglés en la cuestión de límites y adjudicó a la Argentina 42.000 kilómetros de los 90.000 en litigio. Con aquellos territorios se formó el antiguo territorio de Los Andes, creado por ley del 9 de enero de 1900.
En recuerdo de 1a crisis superada se erigió un monumento a Cristo Redentor en la línea divisoria de la frontera chileno-argentina, en los Andes mendocinos, a 4.000 m sobre el: nivel del mar. Se inauguró el 13 de marzo de 1904 para borrar setenta años de disputas por cuestiones de límites, que cerraron los llamados pactos de Mayo; llegaron a la inauguración unas 2.000 personas, muchas de ellas de Chile; las comitivas oficiales de los dos países fueron presididas por los ministros respectivos de relaciones exteriores, José Antonio Terry y J. Silva Cruz.
Tropas chilenas y argentinas formaron en la ceremonia y rindieron honores al descorrer el velo que cubría el monumento.
El Cristo Redentor es obra del escultor Mateo Alonso, asienta sobre la mitad de un globo terráqueo; con la mano izquierda sostiene la cruz y con la derecha parece impartir la bendición; la imagen tiene casi siete metros de altura y pesa cuatro toneladas; fue fundida en el Arsenal de guerra. La idea del monumento, fue fomentada entre otros por la señora Angela Oliveira César de Costa y el entonces obispo de Cuyo, Marcolino Benavente. El arzobispo de Buenos Aires, Mariano Antonio Espinosa, ofició una misa; el presbítero Pablo Cabrera y el obispo de Ancud, Juan Ángel Jara, pronunciaron discursos de gran elocuencia y significación.
En su último mensaje al Congreso en mayo de 1904, pudo señalar el presidente la importancia del aparato militar del país:
"Tal como se encuentra organizado, el ejército, su división regional, sus unidades y cuadros de movilización, se puede afirmar que en caso necesario podría movilizarse en dieciocho días solamente un ejército de primera línea de ochenta mil soldados, habiendo pasado todos por las filas con una dotación de cuatrocientos cañones y obuses de campaña de modelo tan perfeccionado y uniforme como ninguno los tiene mejores".
Sancionados y canjeados los pactos, el gobierno argentino envió una delegación de personalidades civiles y militares a Chile para llevar el saludo del gobierno y del pueblo; la delegación realizó el viaje en el acorazado San Martín y fue cordialmente agasajada; por su parte, Chile retribuyó la visita en 1903 con una delegación equivalente en Buenos Aires, lo cual dio motivo para homenajes y festejos que sellaron la amistad entre los dos países.
En la disputa fronteriza con Chile surgió también la cuestión de la Puna de Atacama, que había sido cedida por Bolivia a la Argentina por el tratado de límites de 1889; quedaba en ese punto por regular la demarcación limítrofe. Hubo una reunión en Buenos Aires con los represen-tantes chilenos Eulogio Altamirano, Rafael Balmaceda, Enrique Mac Iver, Eduardo Matte y Luis Pereyra, y los argentinos Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen, José Evaristo Uriburu, Benjamín Victorica y Juan José Romero; no pudo llegarse a un acuerdo satisfactorio y la cuestión fue entregada a una nueva comisión demarcadora, constituida por el ministro de Estados Unidos, Buchanan compuesta además por Enrique Mac Iver y de José E. Uriburu. Buchanan fijó una línea que favorecía en el norte a Chile y en el sur a la Argentina; el acta se firmó el 24 de marzo de 1899. El diario La Nación comentó el laudo: "Hoy como ayer opinamos que el fallo pronunciado resuelve la cuestión por la vía más llana y equitativa, y que si algún juicio reticente suscita, él está compensado por un sentimiento de equidad y tolerancia y por el hecho de ver terminada la cuestión de, vecindad más complicadas de cuantas nos han distanciado de Chile, pues en ella están implicados puntos de deslinde técnico y de dominio territorial, ocupando en esta cuestión nuestro gobierno una función equívoca, en que sus títulos justos, como eran en conciencia, se resentían de circunstancias que no le era dado rec-tificar por sí mismo, porque los antecedentes arrancaban de hechos que tenían sanción. Por todo esto, creemos que aun perdiendo parte del territorio en litigio, y prescindiendo de distingos arguciosos que dan tela a una polémica extemporánea, la solución fallada está dentro de una equidad, de la tolerancia y de un criterio de justicia convencional que los tratados han consagrado en todos sus artículos".