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Medio ambiente
 
Los grandes espejos de agua de las centrales hidroeléctricas han causado la inundación de miles de hectáreas, con la consecuente modificación climática y extinción de especies animales y vegetales
 
Domo  de cemento de la central de Shearon Harris Nuclear Power Plant cerca de Raleigh, en Carolinda del Norte 

 

 

 

La revolución industrial y sus deshechos han logrado la contaminación del aire, las aguas y la tierra

 

 

 

La tierra posee una delgada capa de ozono que la protege de los rayos cósmicos, sin esa capa la vida en el planeta sería mucho más dificil

 

 

 

Basurero a cielo abierto, terrenos extensos donde la basura es depositada, después de un largo proceso

 

Una posición sumamente difundida, es hablar del ambiente y la contaminación, como si fueran cuestiones que les suceden a otros en alguna otra parte del planeta y que podemos ver en los noticieros.

La verdad es que el asunto comienza con nosotros mismos, ya que somos nosotros, los omnipotentes seres humanos, quienes depredamos y emponzoñamos la Naturaleza.

Según aquella forma de ver las cosas, todo el mundo espera que los problemas sean resueltos por "especialistas", desentendiéndose personalmente de su parte de responsabilidad en la problemática general.

Los problemas ambientales no pasan sólo por el rubro de lo que emiten las industrias con sus efluvios tóxicos o el uso indiscriminado de fertilizantes químicos, herbicidas artificiales y pesticidas residuales en la producción rural de alimentos. Cada persona que habita en algún centro urbano, genera cierta cantidad de basura cuyo volumen varía según se trate de países centrales o periféricos. Utiliza en la cocina y el baño todos los días abundante cantidad de agua potable que es vertida como "agua gris", y la que se contamina con excrementos y demás desechos tóxicos vertidos en el inodoro hogareño que se convierten en "aguas negras"; las latas, envases plásticos descartables, fundas de polietileno y demás desechos "no degradables". Esta problemática involucran también la ingestión de alimentos envasados sin valor nutritivo real o portadores de aditivos sintéticos nocivos, sin olvidar el uso masivo de hormonas, antibióticos y medicinas varias que incrementan el lucro de los criadores de ganado y aves. La gama de amenazas se extiende a la industria farmacéutica y a la mecánica "recetadora" de la medicina alopática, que introduce en el cuerpo productos que socavan la potencialidad sanadora del mismo.

Todo ello está en relación directa con lo que se llama "calidad de vida" y no se enriquece, por cierto, plantando árboles en las plazoletas de la ciudad. Y aun no hemos hablado siquiera del peligro que corren las especies vegetales o animales en vías de extinción, los cambios climáticos emanados de los grandes espejos artificiales de agua, en los complejos de represas hidroeléctricas, la tala indiscriminada de especies arbóreas o de la verdadera amenaza constante que es la radiación ionizante como resultado de la proliferación de plantas de energía nuclear.

En lo más personal, situación directamente vinculada con nuestro estilo de vida, con la comodidad, con la apatía, con el consumo de alimentos que no son puros ni confiables, con la violación de las leyes naturales, con el uso discrecional de venenos a insecticidas, con el derroche de energía eléctrica y de agua, con el uso de detergentes sintéticos no-biodegradables, el uso de aerosoles, la automedicación, el consumo de productos alimenticios cada vez más refinados y otros que vienen conteniendo colorantes, conservantes, edulcorantes sintéticos, estabilizantes y demás aditivos químicos como el "sabor a" que forman parte de las golosinas de los niños. Respiramos mal, vivimos encerrados en cajas de cemento donde nuestros niños crecen casi sin contacto con la naturaleza; aspiramos polvo, plomo emitido por los caños de escape de los automóviles, amianto de las pastillas de frenos, caucho del desgaste de los neumáticos, humo de fumadores desaprensivos y en definitiva, nos sumamos a la marcha alocada de la civilización rumbo a la autodestrucción física, mental y espiritual.

De modo que todo esto no es una miniserie que vemos por televisión y sucede en un país extraño, si bien la influencia de alguno de estos elementos depende, sin duda, del estándar socio económico de vida que tengamos.

En estas condiciones, somos victimas de nuestro afán de lucro, desaprensión, comodidad y negligencia y victimarios de un presente anestesiado y de un futuro hipotecado para las generaciones futuras (si las hubiese...), si es que no asumimos nuestra responsabilidad como seres humanos.

Pero, ¿quién se da por aludido? De la respuesta pueden salir algunas reflexiones que contribuyan a modificar el sentido de esta realidad. Es que somos, al menos, cómplices por omisión.

Es en este sentido que podemos ver desde hace tiempo a grupos de personas que están tomando parte activa en defensa de la salud y el entorno. Que deciden poner su energía en cambiar su nivel de conciencia, para convertirse en seres más humanos y responsables de la incidencia que tiene su presencia en el entorno social en que viven.

Dijo Jacques Cousteau: "La protección del ambiente, por supuesto, está íntimamente conectada con la búsqueda de la felicidad. Los seres que se proyectan son los participantes, los protagonistas, no meras ilusiones. Utilizan su imaginación, su ingenio y su intelecto, para encontrar maneras de ligarse con el Universo y con el resto de la Humanidad. No se ven como células aisladas en el océano humano; ven a la Humanidad funcionando como una sola célula".

Percibir la realidad de este modo, no es algo que sucede por casualidad: es preciso disponerse verdaderamente a ver el mundo. No es sencillo recuperar la espontaneidad y la intuición, que no hemos perdido, pero que yacen sepultados bajo un montón de chatarra intelectual y dialéctica. El ejercicio de una ética, requiere de una conciencia constante en todos los actos de nuestra vida. No se trata de racionalizar todo, sino de quebrar los muros de las prisiones que nos asfixian; no de dar explicaciones o justificarse, sino de comprender que somos el único responsable de nuestros actos, no para aceptar orgullosa y resignadamente los pobres resultados, sino para reconocer humildemente que los resultados no nos pertenecen, pero siempre y cuando hayamos encarado la lucha con la espada de la conciencia.

 
 
       

¿Quienes somos?

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