La Capital Federal es una de las ciudades mejor y más arboladas del mundo. La excepcional densidad promedio de 2.500 árboles por kilómetro cuadrado es el resultado de un trabajo empeñoso y fecundo de más de 100 años.
En 1863 se plantaron los primeros ejemplares. En 1930 la ciudad contaba ya con 50.000 especímenes y desde entonces se forestó a razón de 10.000 árboles por año, hasta arribar a los 450.000 existentes en la actualidad.
Quedan todavía, en diversos parajes de la Capital, ejemplares plantados en el siglo anterior, que se mantienen como erguidos testimonios del pasado de la ciudad. Algunos han sido declarados históricos, como el "Pacará de Segurola", ubicado en la Intersección de Puán y Monte, en el barrio de Flores, a cuya sombra el deán Segurola aplicó las primeras vacunas que se conocieron en la Argentina; la "Magnolia de Avellaneda" plantada el 11 de noviembre de 1875 en la avenida Hipólito Vieytes, entre avenida Sarmiento y Casares, por el presidente Nicolás Avellaneda; o el "Aromo del Perdón", que se alza todavía en avenidas del Libertador y Sarmiento. Según la tradición. bajo su copa se sentaba Juan Manuel de Rosas a tomar mate por las tardes, oportunidad que su hija Manuelita aprovechaba para pedirle por la libertad y la vida de sus enemigos.
La sombra de un fresno, el color del jacarandá, el perfume del tilo. La diversidad de árboles y sensaciones que ofrece la ciudad Buenos Aires otorga a los transeúntes una experiencia única. Según el Censo de 2018, en las veredas y plazas de los 203 km cuadrados porteños hay más de 431.326 árboles, lo que equivale a un ejemplar cada seis habitantes. Según cifras oficiales, si se toma como punto de partida el estudio que se hizo entre 2010 y 2011, el arbolado de la ciudad registró un crecimiento de 6.887 ejemplares y conservó en estado vital 424.439 unidades.
El "bosque urbano" de la ciudad es un trabajo planificado que data desde hace tiempo. El paisajista francés Carlos Thays, designado en 1891 Director de Parques y Paseos de la Ciudad de Buenos Aires, fue el gran propulsor del corredor verde que se disfruta hasta la actualidad. Thays estuvo detrás del diseño de muchos de los bulevares, plazas y avenidas que le otorgan una impronta única a Buenos Aires.
El paisajista francés plantó mayormente cinco especies de árboles con floraciones escalonadas y de distintos colores: lapachos (rosas, en septiembre), tipas (amarillas, en diciembre), palos borrachos (con todas sus variaciones), ceibos (rojas, en octubre), y los llamativos jacarandás (lilas, en octubre/ noviembre). A su vez, tiempo antes, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) se introdujo desde Estados Unidos una de las especies más representativas de la Ciudad, los amados y odiados plátanos, esos que provocan quejas de los vecinos por las alergias que aquejan a varias personas con su florecimiento.
También, el "Padre del Aula" fue el promotor de la plantación de eucaliptus, que aún pueden encontrarse distribuidos por la ciudad. "Los árboles tienen múltiples beneficios: absorben dióxido de carbono, purifican el aire y además combaten la contaminación sonora. Actualmente, hay más de 300 especies de árboles y el más repetido es el fresno americano. Por estos días otoñales pude apreciarse el cambio de coloración de las hojas de los fresnos, que adquieren una tonalidad rojiza bordeau.
Las árboles más populares
El ranking de las especies con mayor cantidad de ejemplares en el espacio público porteño está encabezado por el fresno rojo americano, con 133.671 unidades, que representa poco más del 36% del arbolado total. Proveniente de Estados Unidos, se introdujo en la Argentina en 1940 y se caracteriza por desarrollar un crecimiento rápido y maleable.
Le sigue el plátano, con 32.531 unidades. "Tiene múltiples beneficios con grandes cualidades botánicas dado su imponente tamaño y la extensión de sus hojas, aporta mayor sombra generando un entorno fresco durante el verano. Además, su follaje sustenta el polvo atmosférico y el hollín", detalló Fiorentino sobre esta especie.
En tercer lugar se ubica el ficus benjamina, con 24.102 unidades. Esta especie está considerada "prohibida", debido a que la acción de sus raíces suele deteriorar las veredas. Por este motivo, según destacó el especialista, poco a poco se va reemplazando por otras especies como el liquidámbar, especialmente en corredores internos. Durante el otoño su follaje adopta una coloración en rojo intenso que genera un contraste único con los edificios.
Otra especie icónicas porteña es el jacarandá. El tilo, en tanto, cuenta con 17.159 ejemplares, y las tipas, con 9.465, también tienen una amplia presencia.
Fresno Americano (Fraxinus americana)
La madera es clara, fuerte, granosa. El nombre inglés de Ceniza Blanca aparentemente deriva del envés glauco de las hojas. Las hojas tienen de 2 a 3 cm de ancho, compuestas pinnadas con 7 (ocasionalmente 5 ó 9) folíolos, de 6 a 13 cm de largo. Tornan amarillentas, rojas o púrpuras en el otoño. Los cultivares que tienen muy marcado el color otoñal son 'Autumn Applause' y 'Autumn Purple'.
Este árbol, es deciduo, con fustes separados hembra y macho. La floración ocurre en primavera después de 30 a 55 días grado de crecimiento. El fruto es una sámara de 3 a 5 cm de largo, la semilla de 1,5 a 2 cm con un ala pardo pálido de 1,5 a 3 cm de long., y puede ser arrastrado por el viento a buena distancia. La vida de estos árboles es de alrededor de 100 años.
Ficus benjamina
Este árbol alcanza 15 metros de altura en condiciones naturales, con gráciles ramas péndulas y hojas de 6 a 13 cm de largo, ovales con punta acuminada. En su rango nativo, sus pequeñas frutas son alimento favorito de varias aves. Tras el invierno, mantiene su desarrollo a la mínima expresión, llega la primavera y con ella el arranque de nuevo de sus brotes. Tanto Ficus benjamina, F. binnendijkii, como F. robusta, son Ficus muy propensos a entrar en la primavera acompañados de brotes más o menos espectaculares que no cesarán hasta ya bien adentrado el otoño.
Días más largos, temperaturas de día más bien elevadas y moderadas por la noche son condiciones favorables para un gran crecimiento apreciable en poco tiempo. Crecimiento que contrasta notablemente con la vegetación ya existente. Sus nuevas hojas son verdes más suaves que contrastan con las antiguas de color mucho más oscuro. También más tiernas que las endurecidas por el paso de los fríos invernales.
Jacaranda
El árbol adulto alcanza una altura de 12 a 15 metros,5 hasta 20 metros en condiciones favorables. Las raíces, de desarrollo oblicuo, iguales y fasciculadas no son invasoras, por lo que cuando se presenta un periodo de escasez de agua el árbol se ve muy mal.
La copa del jacarandá no tiene una forma uniforme: algunas veces en forma de una sombrilla, algunas veces de forma piramidal, pero nunca densa. En general, forma una copa ovoide e irregular. La estructura es de ramificación principal extendida. La copa, de forma natural, alcanza un diámetro de 10 a 12 m, proyectando una sombra de mediana intensidad.
El tronco principal tiene una forma algo torcida y tiene una altura de 6 a 9 m y un diámetro de 4 a 7 dm.7 El ritidoma es de color pardo grisáceo y de textura lisa en la juventud, y áspera, fisurada y oscura con la edad, forma escamas rectangulares que se pueden desprender. El jacarandá alcanza 8 a 12 m de altura. Es un árbol semideciduo de crecimiento medio y una longevidad de más de 100 años.
Las hojas son grandes, de 3 a 5 dm de longitud; son compuestas, opuestas, bipinnadas, con hojuelas de 25 a 30 con pares de folíolos pequeños de forma oval-oblonga, apiculados, de color verde claro y textura de su superficie lisa pubescente. La cara superior de la hoja es de color verde oscuro, la cara inferior pálida. La época de foliación ocurre a principios de verano.