Se
mantuvo activo una vez más en las provincias del interior como
elemento de enlace entre el gobierno de Pueyrredón y los caudillos
del litoral en un intento de alcanzar un entendimiento; se unió con
Francisco Ramírez en la derrota definitiva de José Gervasio de
Artigas, poniendo fin a su intento de controlar el interior, acompañó
a Ramírez en la desastrosa y definitiva campaña de este último en
Santa Fe que terminó con la muerte del caudillo; volvió a Entre Ríos
para ponerse a la cabeza del levantamiento contra el sucesor de Ramírez
exigiendo que el nuevo gobierno surgiera del voto popular y fue
elegido gobernador.
Mansilla brindó a Entre Ríos tres años (1821-1824) de gobierno
progresista, resuelto a recuperar el tiempo perdido, restableció el
orden por toda la provincia; mantuvo la paz con las provincias
vecinas; promulgó un estatuto provisional para el gobierno; prohibió
el uso de cualquier bandera que no fuera la nacional; incentivó el
comercio (interesándose él mismo como dueño de un saladero),
estableciendo aduanas sobre los ríos Paraná y Uruguay; organizó o
reformó instituciones de justicia, legislación, administración, y
hasta el ámbito eclesiástico.
Puso especial énfasis en la educación primaría universal basada en
los métodos más modernos; auspició la construcción de escuelas,
obras públicas, templos y edificios gubernamentales; rechazó el
segundo período como gobernador; aceptó su elección como delegado
ante el congreso general constituyente convocado por Las Heras en
1824.
Mansilla parece haber sido siempre movido por el deseo de la
organización nacional. Mientras fue gobernador de Entre Ríos declaró
públicamente (y en forma privada a Estanislao López, caudillo de
Santa Fe) que toda la acción progresista de Entre Ríos fue
emprendida para formular las bases necesarias en todas las provincias,
para la efectiva organización nacional; apoyó y votó a favor de la
constitución centralista de Rivadavia de 1826, diciendo que las
provincias carecían de experiencia política y (algunas de ellas) de
un liderazgo educado; retornó al servicio militar y se distinguió en
la guerra contra el Brasil; fue miembro de la legislatura de Buenos
Aires, entre 1832 y 1844; en su condición de jefe de policía de
Buenos Aires (1833-1835), colocó el servicio de seguridad de la
ciudad sobre nuevas y firmes bases; a fines de la década de 1830 fue
hecho comandante de la reserva del ejército por Juan Manuel de Rosas
(con cuya hermana, Agustina Ortiz de Rosas se había casado) en
momentos en que se cernía la amenaza de una acción militar contra el
mariscal boliviano Andrés Santa Cruz y su Confederación de los
Andes.
Fue enviado por Rosas al general Juan Lavalle después de la derrota
de este último en Quebracho Herrado, para sugerir un armisticio e
informar a Lavalle del tratado de Mackau firmado con sus aliados
franceses; esto fue rechazado por Lavalle; cuando los británicos y
franceses establecieron el bloqueo en 1845, Mansilla fue encomendado
por Rosas para impedir la penetración del Paraná; las cadenas
extendidas a través del río protegido por artillería montada en la
Vuelta de Obligado finalmente resultaron inadecuadas pero Mansilla,
gravemente herido una vez más en el pecho, se convirtió en el héroe
del día por intentar la defensa.
Permaneció retirado en su hogar durante los años siguientes; en 1852
Rosas lo puso al mando de la fuerza de reserva que quedaba en Buenos
Aires mientras él se dirigía a enfrentar su derrota en manos de
Justo José de Urquiza en Caseros.
Lluego del derrocamiento del gobierno de Rosas, Mansilla se dirigió a
Francia donde fue cordialmente recibido en la corte de Napoleón III;
regresó a Buenos Aires en 1868 y murió en la epidemia de fiebre
amarilla en 1871.
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